13/11/2019, 20:34
El pobre hombre se arrastró hasta la silla más cercana y se sentó con serias dificultades en ella. Su gesto, permanentemente contraído a causa del dolor, terminó por alzar la mirada hacia la preocupada kunoichi, y sus ojos volvieron a encontrarse. Los de él, perlados e iracundos.
Tan iracundos como los de una bestia marina. Un peligroso tiburón bajo el escondite de un inofensivo cetáceo.
«No... No un tiburón. Un dragón. Un dragón rojo.» Se recordó, con el corazón palpitante en un puño. ¿De verdad no lo estaba imaginando? Todos sus sentidos le estaban enviando señales luminosas, pero no encontraba la manera de descifrarlas...
—¿Ah, sí? ¿me invitarás a mí? ¿y a toda mi tripulación? —rebatió.
Y el resto de hombres, tras él, coreó y golpeó el suelo como un ejército antiguo, poderoso... y salvaje:
—¡AÚ, AÚ, AÚ
Ayame los recorrió con la mirada lentamente, calculadora y pensativa, y al final sus ojos terminaron por clavarse de nuevo en los de él.
—Lo siento... pero no creo que tenga el suficiente dinero para invitar a todos tus amigos, primo —dejó caer, como de casualidad.
Tan iracundos como los de una bestia marina. Un peligroso tiburón bajo el escondite de un inofensivo cetáceo.
«No... No un tiburón. Un dragón. Un dragón rojo.» Se recordó, con el corazón palpitante en un puño. ¿De verdad no lo estaba imaginando? Todos sus sentidos le estaban enviando señales luminosas, pero no encontraba la manera de descifrarlas...
—¿Ah, sí? ¿me invitarás a mí? ¿y a toda mi tripulación? —rebatió.
Y el resto de hombres, tras él, coreó y golpeó el suelo como un ejército antiguo, poderoso... y salvaje:
—¡AÚ, AÚ, AÚ
Ayame los recorrió con la mirada lentamente, calculadora y pensativa, y al final sus ojos terminaron por clavarse de nuevo en los de él.
—Lo siento... pero no creo que tenga el suficiente dinero para invitar a todos tus amigos, primo —dejó caer, como de casualidad.