21/11/2019, 16:45
Cuando el Uchiha, junto a la barra, escuchó lo que le decía Money no pudo evitar sonreírse. No era una sonrisa alegre ni jovial, sino más bien una que quería decir: "te lo dije". Akame no contestó al momento, sino que pareció saborear aquellos instantes de silencio en el paladar antes de sacarse un cigarrillo, encendérselo con toda la tranquilidad del mundo, y sólo después hablar en idéntico tono al que el contable había usado con él.
—Eres un hombre de poca fe, Money —replicó, fumando una honda calada que sintió que le llegaba al dedo meñique del pie—. Zaide ganó el Kaji Saiban.
¡Bam! Akame dejó caer la bomba con todo el regocijo de quien había predicho aquel suceso, incluso aunque él mismo tenía que admitir que nunca había estado tan seguro del resultado. Y de que, en general, toda aquella ceremonia absurda había sido un detrimento para el poderío de Dragón Rojo. Pero eso no lo verbalizó, sino que se limitó a soltar el humo del tabaco en la cara del contable.
—Ahora imagínate como está el Gran Dragón. Tengo que decirte una cosa, Money, un hombre con tanto ojo para los negocios como tú no puede creer que esta clase de gilipolleces son buena idea —disparó, a bocajarro—. ¿Ahora qué? Nuestros dos mejores guerreros, heridos casi de muerte. ¿Cómo se ajusta esto a nuestros planes? Me cago en todo, ¿no era más fácil perdonar a esa jodida fugitiva y ya?
Fumó otra calada.
—Eres un hombre de poca fe, Money —replicó, fumando una honda calada que sintió que le llegaba al dedo meñique del pie—. Zaide ganó el Kaji Saiban.
¡Bam! Akame dejó caer la bomba con todo el regocijo de quien había predicho aquel suceso, incluso aunque él mismo tenía que admitir que nunca había estado tan seguro del resultado. Y de que, en general, toda aquella ceremonia absurda había sido un detrimento para el poderío de Dragón Rojo. Pero eso no lo verbalizó, sino que se limitó a soltar el humo del tabaco en la cara del contable.
—Ahora imagínate como está el Gran Dragón. Tengo que decirte una cosa, Money, un hombre con tanto ojo para los negocios como tú no puede creer que esta clase de gilipolleces son buena idea —disparó, a bocajarro—. ¿Ahora qué? Nuestros dos mejores guerreros, heridos casi de muerte. ¿Cómo se ajusta esto a nuestros planes? Me cago en todo, ¿no era más fácil perdonar a esa jodida fugitiva y ya?
Fumó otra calada.