23/11/2019, 16:28
El Señor Feudal le clavó la mirada a Yota durante unos segundos, frunciendo cada vez más el ceño. Su puño se cerró sobre el pomo del bastón con ribetes de oro. Gyou se dio la vuelta, y caminó torpemente hasta la puerta. Se detuvo un momento, y sin siquiera dignarse a mirar a Yota, le dijo:
—Házme este favor: muérete. —Y cerró de un portazo, volviendo a dejar a Yota más sólo que la una.
— Entiendo la situación... — comenzó a decir Juro —... ¡Pero mi compañero es también un ninja de Kusagakure! ¿De verdad queréis abandonarlo sin si quiera ver si sigue vivo? Al menos, podríamos mandar a alguien. O... no sé... ¿No podríamos informar a Kenzou con un comunicado desde Tane-Shigai antes de partir?
—Mmh... —meditó el líder del escuadrón durante un momento—. ...pero Morikage-sama nos dio una orden directa. Sabes lo que significa eso, Juro-senpai. No deberíamos...
» Lo siento. Simplemente, no puedo quitarme la idea de que podría estar al borde la muerte ahora mismo y que ni si quiera podré despedirme de él — dijo Juro, angustiado —. Cuando estabamos en el hotel, una persona se disfrazó del Señor Feudal y nos drogó. Bajamos la guardia completamente. A todas las caras, era idéntico a él. A Yota lo apuñalo hasta dejarlo medio muerto, y a mi, me llevó al encuentro de un general de Kurama. Quizá era un mercenario o estaba afiliado a Kurama, no lo sé.
El líder miró a su compañero. Éste se encogió de hombros.
—Uno de nosotros podría ir a avisar a Kenzou. Podríamos tirarnos el farol de que Juro también se encuentra herido tras la pelea contra el General.
—Eso es a todas luces una traición a la orden. —La protesta venía de un ANBU de un exótico cabello rosa y corto que se encontraba en la retaguardia del pelotón.
—Vamos, no seas un estirado. ¿Aún no recuerdas el favor que te hicimos con aquella chica de Yachi?
—Bueno... —El cuarto miembro del escuadrón, una corpulenta kunoichi que cargaba una extraña hacha morada, rio por lo bajo—. ¡Eh, y tú de qué te ríes!
—Bueno, ya está bien —protestó el líder—. Vale, a ver. Este es el plan: Kiriuchi y yo nos quedaremos con Juro y con Yota en Tane-Shigai, si es que el pobre infeliz sigue vivo —dictó. El ANBU que había tenido la idea, un chico rubio, asintió. Él debía ser Kiriuchi—. Los demás iréis a informar al viejo.
—¡Ah, y nosotros somos los del farol! ¡Mira tú qué bien!
—Chirisu, ¿le contamos al viejo Kenzou lo del granero?
Más risas.
—¡Joder, joder, vale, coño!
Indudablemente, era un mal día para Yota. Daba igual por dónde se mirara. Además, estaba allí abajo, en la base de un Palacio donde el más cariño que recibía era el de los médicos que simplemente procuraban que no se muriese desangrado. La herida seguía siendo grave, aunque la tenían controlada, según los enfermeros. Pero había una herida mucho mayor. La herida de saber que su compañero había sufrido, probablemente, el mismo destino que Aotsuki Ayame aquél fatídico día en el que el sello del bijuu había sido revertido.
Yota ya había sido testigo de un milagro: el suyo propio. Pero estaba a punto de serlo de uno más.
—Ha tenido suerte —escuchó una voz aliviada en el pasillo—. La herida parecía grave cuando vinimos nosotros. Ni siquiera estaba consciente.
La puerta se abrió, y tras dos ANBU del País de la Hierba, que se colocaron a ambos lados de la puerta, entro...
Juro.
—Házme este favor: muérete. —Y cerró de un portazo, volviendo a dejar a Yota más sólo que la una.
· · ·
— Entiendo la situación... — comenzó a decir Juro —... ¡Pero mi compañero es también un ninja de Kusagakure! ¿De verdad queréis abandonarlo sin si quiera ver si sigue vivo? Al menos, podríamos mandar a alguien. O... no sé... ¿No podríamos informar a Kenzou con un comunicado desde Tane-Shigai antes de partir?
—Mmh... —meditó el líder del escuadrón durante un momento—. ...pero Morikage-sama nos dio una orden directa. Sabes lo que significa eso, Juro-senpai. No deberíamos...
» Lo siento. Simplemente, no puedo quitarme la idea de que podría estar al borde la muerte ahora mismo y que ni si quiera podré despedirme de él — dijo Juro, angustiado —. Cuando estabamos en el hotel, una persona se disfrazó del Señor Feudal y nos drogó. Bajamos la guardia completamente. A todas las caras, era idéntico a él. A Yota lo apuñalo hasta dejarlo medio muerto, y a mi, me llevó al encuentro de un general de Kurama. Quizá era un mercenario o estaba afiliado a Kurama, no lo sé.
El líder miró a su compañero. Éste se encogió de hombros.
—Uno de nosotros podría ir a avisar a Kenzou. Podríamos tirarnos el farol de que Juro también se encuentra herido tras la pelea contra el General.
—Eso es a todas luces una traición a la orden. —La protesta venía de un ANBU de un exótico cabello rosa y corto que se encontraba en la retaguardia del pelotón.
—Vamos, no seas un estirado. ¿Aún no recuerdas el favor que te hicimos con aquella chica de Yachi?
—Bueno... —El cuarto miembro del escuadrón, una corpulenta kunoichi que cargaba una extraña hacha morada, rio por lo bajo—. ¡Eh, y tú de qué te ríes!
—Bueno, ya está bien —protestó el líder—. Vale, a ver. Este es el plan: Kiriuchi y yo nos quedaremos con Juro y con Yota en Tane-Shigai, si es que el pobre infeliz sigue vivo —dictó. El ANBU que había tenido la idea, un chico rubio, asintió. Él debía ser Kiriuchi—. Los demás iréis a informar al viejo.
—¡Ah, y nosotros somos los del farol! ¡Mira tú qué bien!
—Chirisu, ¿le contamos al viejo Kenzou lo del granero?
Más risas.
—¡Joder, joder, vale, coño!
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Indudablemente, era un mal día para Yota. Daba igual por dónde se mirara. Además, estaba allí abajo, en la base de un Palacio donde el más cariño que recibía era el de los médicos que simplemente procuraban que no se muriese desangrado. La herida seguía siendo grave, aunque la tenían controlada, según los enfermeros. Pero había una herida mucho mayor. La herida de saber que su compañero había sufrido, probablemente, el mismo destino que Aotsuki Ayame aquél fatídico día en el que el sello del bijuu había sido revertido.
Yota ya había sido testigo de un milagro: el suyo propio. Pero estaba a punto de serlo de uno más.
—Ha tenido suerte —escuchó una voz aliviada en el pasillo—. La herida parecía grave cuando vinimos nosotros. Ni siquiera estaba consciente.
La puerta se abrió, y tras dos ANBU del País de la Hierba, que se colocaron a ambos lados de la puerta, entro...
Juro.
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