24/11/2019, 17:21
A pesar de que el joven jinchuriki había estado a punto de tirar la toalla y abandonarlo todo, un pequeño rayo de esperanza se hizo paso en su confusa y oscura mente.
—Uno de nosotros podría ir a avisar a Kenzou. Podríamos tirarnos el farol de que Juro también se encuentra herido tras la pelea contra el General. — Juro alzó la cabeza hacia el responsable de aquellas palabras. Un tal Kiriuchi, por lo que luego sabría.
Uno de ellos (Chirisu, creyó escuchar) protesto, tal y como Juro había imaginado. Lo que no habría podido concebir es que solo fuera uno: el resto no dijo nada. De hecho, lo apaciguaron, con alguna clase de chantaje por cierta ocasión que involucrase a una mujer y a un granero (no se preguntó el sentido de eso: tenía demasiado en lo que pensar). En un abrir y cerrar de ojos, los ANBU tenían un plan para cumplir su pequeño deseo. Juro no daba crédito.
« Son ninjas de alto rango, pero... también son mis compañeros » — Siempre los había visto tan encima de él que nunca se había atrevido a soñar con que le respetarían. Por muy jinchuriki que fuese, estaba acostumbrado a que la gente no le tomara en serio.
Sin embargo, eso estaba cambiando. Y tenía que cambiar.
— Chicos... gracias. Muchas gracias, de verdad — dijo, primero mirando a Kiriuchi, luego, al lider del escuadrón, y después al resto —. Nunca me olvidaré de esto. No quiero que ninguno tenga problemas por mi culpa. Si algo ocurre, echadme todas las culpas.
Hizo mil y una reverencias y se contuvo para no llorar de la emoción. Quizá era el miedo que había pasado, quizá, el estrés que había vivido, pero ese gesto le conmovió hasta lo más profundo de su ser.
El camino hacia la habitación fue la distancia más larga que el chico nunca había ocurrido. No literalmente, claro. A cada paso, su corazón se encogía cada vez más, cómo si una enorme garra de hielo estuviera presionándolo hasta que no quedara nada. La esperanza, que a la vez le animaba, también era la que le hacía más y más daño conforme se acercaban.
El miedo a perder a su compañero para siempre. El dolor porque estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte. El odio por lo que les había pasado. Todo giraba en un macabro baile alrededor de su corazón, hinchandolo de sentimientos confusos y nublando sus pensamientos.
—Ha tenido suerte. La herida parecía grave cuando vinimos nosotros. Ni siquiera estaba consciente. — Fue como despertar de un gran sueño. Estaban ahí, en el pasillo, a punto de entrar en la habitación.
Y ahí, estaba Yota. Tumbado en la camilla, en malas condiciones. Pero vivo.
Abrió la boca, pero no le salió nada. Se quedó sin palabras.
Se echó a correr hacia él, hasta ponerse a su lado. No se abalanzó sobre él, porque hasta en esa situación, era consciente de que estaba grave y podría hacerle daño. En su lugar, con una delicadeza que ni él mismo esperaba tener, le dio un abrazo.
— Pensaba que estabas muerto, joder — Ahí ya no se aguantó más. Estaba llorando. No le importó que los ANBU lo vieran. Su mejor amigo estaba ahí, vivo. No le importaba nada más —. Yota...Y-yo... e-es que...
Se apartó y se limpió las lágrimas. Intentó expresarse, pero no podía. Estaba demasiado emocionado.
— L-lo s-siento. P-por t-todo. T-todas las m-malditas peleas que t-tuvimos — Poco a poco, fue controlandose más —. No tenía que haberme portado así. ¡Me alegro tanto de que estés bien!
Fue lo primero que le salió, pero no se arrepintió. Lo peor de haber perdido a su amigo habría sido, desde luego, que sus últimos momentos con él habían estado cargados de rencor y odio. Había dudado de él. Había creído que no le apreciaba lo más mínimo. Pero ahora, después de todo, se había dado cuenta de lo que realmente importaba, más allá del maldito orgullo.
—Uno de nosotros podría ir a avisar a Kenzou. Podríamos tirarnos el farol de que Juro también se encuentra herido tras la pelea contra el General. — Juro alzó la cabeza hacia el responsable de aquellas palabras. Un tal Kiriuchi, por lo que luego sabría.
Uno de ellos (Chirisu, creyó escuchar) protesto, tal y como Juro había imaginado. Lo que no habría podido concebir es que solo fuera uno: el resto no dijo nada. De hecho, lo apaciguaron, con alguna clase de chantaje por cierta ocasión que involucrase a una mujer y a un granero (no se preguntó el sentido de eso: tenía demasiado en lo que pensar). En un abrir y cerrar de ojos, los ANBU tenían un plan para cumplir su pequeño deseo. Juro no daba crédito.
« Son ninjas de alto rango, pero... también son mis compañeros » — Siempre los había visto tan encima de él que nunca se había atrevido a soñar con que le respetarían. Por muy jinchuriki que fuese, estaba acostumbrado a que la gente no le tomara en serio.
Sin embargo, eso estaba cambiando. Y tenía que cambiar.
— Chicos... gracias. Muchas gracias, de verdad — dijo, primero mirando a Kiriuchi, luego, al lider del escuadrón, y después al resto —. Nunca me olvidaré de esto. No quiero que ninguno tenga problemas por mi culpa. Si algo ocurre, echadme todas las culpas.
Hizo mil y una reverencias y se contuvo para no llorar de la emoción. Quizá era el miedo que había pasado, quizá, el estrés que había vivido, pero ese gesto le conmovió hasta lo más profundo de su ser.
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El camino hacia la habitación fue la distancia más larga que el chico nunca había ocurrido. No literalmente, claro. A cada paso, su corazón se encogía cada vez más, cómo si una enorme garra de hielo estuviera presionándolo hasta que no quedara nada. La esperanza, que a la vez le animaba, también era la que le hacía más y más daño conforme se acercaban.
El miedo a perder a su compañero para siempre. El dolor porque estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte. El odio por lo que les había pasado. Todo giraba en un macabro baile alrededor de su corazón, hinchandolo de sentimientos confusos y nublando sus pensamientos.
—Ha tenido suerte. La herida parecía grave cuando vinimos nosotros. Ni siquiera estaba consciente. — Fue como despertar de un gran sueño. Estaban ahí, en el pasillo, a punto de entrar en la habitación.
Y ahí, estaba Yota. Tumbado en la camilla, en malas condiciones. Pero vivo.
Abrió la boca, pero no le salió nada. Se quedó sin palabras.
Se echó a correr hacia él, hasta ponerse a su lado. No se abalanzó sobre él, porque hasta en esa situación, era consciente de que estaba grave y podría hacerle daño. En su lugar, con una delicadeza que ni él mismo esperaba tener, le dio un abrazo.
— Pensaba que estabas muerto, joder — Ahí ya no se aguantó más. Estaba llorando. No le importó que los ANBU lo vieran. Su mejor amigo estaba ahí, vivo. No le importaba nada más —. Yota...Y-yo... e-es que...
Se apartó y se limpió las lágrimas. Intentó expresarse, pero no podía. Estaba demasiado emocionado.
— L-lo s-siento. P-por t-todo. T-todas las m-malditas peleas que t-tuvimos — Poco a poco, fue controlandose más —. No tenía que haberme portado así. ¡Me alegro tanto de que estés bien!
Fue lo primero que le salió, pero no se arrepintió. Lo peor de haber perdido a su amigo habría sido, desde luego, que sus últimos momentos con él habían estado cargados de rencor y odio. Había dudado de él. Había creído que no le apreciaba lo más mínimo. Pero ahora, después de todo, se había dado cuenta de lo que realmente importaba, más allá del maldito orgullo.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60