26/11/2019, 20:05
La hada de agua sobrevoló el edificio, y comprobó que en lo más alto de placa que protegía a la estructura de la lluvia había un par de ventanales, traslúcidos y amplios; que hacían de tragaluz. A través de ellas fue capaz de contemplar el interior del edificio: un galpón amplio con docenas y docenas de cajas selladas, neveras industriales y correas hidráulicas que transportaban la mercancía. A primera vista, no distaba mucho de ser una fábrica procesadora de pescado.
Kincho y su séquito se movieron en el interior de la fábrica hasta que un tipo mundano, gordo, que vestía un delantal blanco, botas de hule y pantalones de pesca, saludó al primero de ellos. Ambos se estrecharon la mano como si se conocieran de toda la vida y comenzaron a charlar acerca de muchas cosas. Lamentablemente —para la intrusa—. la distancia con el suelo y el sonido de la lluvia golpear las placas imposibilitaban que pudiese escuchar bien lo que estos hombres charlaban.
Lo que si vio fue que alguno de los hombres de Kincho empezaron a revisar algunas cajas empaquetadas.
Kincho y su séquito se movieron en el interior de la fábrica hasta que un tipo mundano, gordo, que vestía un delantal blanco, botas de hule y pantalones de pesca, saludó al primero de ellos. Ambos se estrecharon la mano como si se conocieran de toda la vida y comenzaron a charlar acerca de muchas cosas. Lamentablemente —para la intrusa—. la distancia con el suelo y el sonido de la lluvia golpear las placas imposibilitaban que pudiese escuchar bien lo que estos hombres charlaban.
Lo que si vio fue que alguno de los hombres de Kincho empezaron a revisar algunas cajas empaquetadas.