27/11/2019, 19:09
(Última modificación: 27/11/2019, 19:11 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Raijin sabía que Money era algo más que un simple contable, claro, y Uchiha Akame también. ¿El resto de Sekiryuu despreciaba las habilidades combativas de aquel tipo? Normal, porque ellos no eran capaces de ver la verdad. Pero Akame, gracias a la herencia de sangre de sus antepasados, había calado bien la potencia del chakra de Money y sabía que si bien no era un rival tan formidable como Ryu o Zaide —dos auténticos titantes—, tenía el nivel de un chuunin avanzado. Desde luego, no era un tipo al que cualquiera pudiera tocarle las pelotas y salir indemne del asunto.
Así pues, cuando Money le dejó bien claro lo que quería que hiciera —y porque Akame estaba casi tan cansado como el de las finanzas—, el Uchiha no rechistó. No dijo una palabra. Se limitó a asentir con diligencia y, mientras lanzaba una última mirada a "galeno" —no se fiaba demasiado de un doctor que no era capaz ni de identificar a sus pacientes—, desapareció escaleras arriba para ir al encuentro de Hitoshi.
Abrió la puerta del despacho con autoridad pero sin desprenderse de aquella parsimonia que le encajaba tan bien a su sobria figura. Akame tamborileó sobre el marco de madera con los dedos para llamar la atención del médico, buscando su mirada. ¿Que si sabía borrarle la memoria a alguien? Nunca lo había intentado, pero para él, hiptonizar con el Saimingan a una víctima era tan natural como respirar. Le salía solo.
—Buenas noches, doctor Hitoshi —fue cuanto pudo oír el otro antes de caer rendido, presa de un sueño irresistible que se lo llevó directamente al reino onírico.
Luego Akame tomó una aguja, se arrodilló junto al médico y realizó la técnica en cuestión. Todos los recuerdos relativos a lo que había sucedido allí desde el momento en el que los hombres de Money le habían sacado de casa para llevarle a la tasca, desaparecieron. Sellados, ocultos en un rincón recóndito de su memoria que nunca —o eso esperaban en Sekiryu— sería capaz de remover. Cuando estuvo hecho, el Uchiha volvió tras sus pasos, junto a la barra. Junto a Money.
—¿Se le ofrece algo más a Vuecencia? —preguntó con tono sereno pero no carente de cierta retranca.
Así pues, cuando Money le dejó bien claro lo que quería que hiciera —y porque Akame estaba casi tan cansado como el de las finanzas—, el Uchiha no rechistó. No dijo una palabra. Se limitó a asentir con diligencia y, mientras lanzaba una última mirada a "galeno" —no se fiaba demasiado de un doctor que no era capaz ni de identificar a sus pacientes—, desapareció escaleras arriba para ir al encuentro de Hitoshi.
Abrió la puerta del despacho con autoridad pero sin desprenderse de aquella parsimonia que le encajaba tan bien a su sobria figura. Akame tamborileó sobre el marco de madera con los dedos para llamar la atención del médico, buscando su mirada. ¿Que si sabía borrarle la memoria a alguien? Nunca lo había intentado, pero para él, hiptonizar con el Saimingan a una víctima era tan natural como respirar. Le salía solo.
—Buenas noches, doctor Hitoshi —fue cuanto pudo oír el otro antes de caer rendido, presa de un sueño irresistible que se lo llevó directamente al reino onírico.
Luego Akame tomó una aguja, se arrodilló junto al médico y realizó la técnica en cuestión. Todos los recuerdos relativos a lo que había sucedido allí desde el momento en el que los hombres de Money le habían sacado de casa para llevarle a la tasca, desaparecieron. Sellados, ocultos en un rincón recóndito de su memoria que nunca —o eso esperaban en Sekiryu— sería capaz de remover. Cuando estuvo hecho, el Uchiha volvió tras sus pasos, junto a la barra. Junto a Money.
—¿Se le ofrece algo más a Vuecencia? —preguntó con tono sereno pero no carente de cierta retranca.