30/11/2019, 15:50
Ryū abrió y cerró las manos, haciéndolas entrar en calor. El hielo devolvió su reflejo. Su mirada esmeralda. Su cuerpo, una escultura tallada en piedra, con una grieta en el pecho. Sus músculos habían bajado algo en volumen. Ya no eran inmensos, no desbordaban su cuerpo como una cascada sobre un vaso pequeño. Ahora, eran simplemente gigantes. Ahora, eran simplemente imponentes. Era lo que tenía estar tanto tiempo sin poder ejercitarse.
Kaido le arrebató sus pensamientos. Quería saber cómo llamar a su curiosa espada, si es que podía llamarse como tal la pedazo sierra que sujetaba entre las manos.
—Hmm. —Ryū no era bueno con las palabras—. Bautizar una espada corresponde a su dueño, y solo a este. —Solo un padre, o una madre, tenía la potestad de nombrar a su hijo. No solo tenían tal derecho, era su deber.
Como brotes surgiendo de la madre tierra, escamas grises y blancas empezaron a sobresalir de su piel. Coincidían perfectamente con sus tatuajes, y tan solo rompían las líneas de la perfección allí donde había sentido el beso del relámpago.
Su respiración empezó a acelerarse, pero podía con ello.
Podía con ello.
Kaido le arrebató sus pensamientos. Quería saber cómo llamar a su curiosa espada, si es que podía llamarse como tal la pedazo sierra que sujetaba entre las manos.
—Hmm. —Ryū no era bueno con las palabras—. Bautizar una espada corresponde a su dueño, y solo a este. —Solo un padre, o una madre, tenía la potestad de nombrar a su hijo. No solo tenían tal derecho, era su deber.
Como brotes surgiendo de la madre tierra, escamas grises y blancas empezaron a sobresalir de su piel. Coincidían perfectamente con sus tatuajes, y tan solo rompían las líneas de la perfección allí donde había sentido el beso del relámpago.
Su respiración empezó a acelerarse, pero podía con ello.
Podía con ello.
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