30/11/2019, 20:54
Takumi llevaba ya unas horas en Notsuba, se había propuesto conocer la realidad de todos los países de Ōnindo tras su graduación como genin y el País de la Tierra le parecía un lugar perfecto por el que empezar. La ciudad representaba perfectamente la realidad de su país, se intentaba dar una imagen de orden y estabilidad, pero la corrupción y el crimen están ahí día y noche, incrustados como un tumor. Pese a todo eso la ciudad le parecía estéticamente bonita, situada en un risco en medio de un verde valle, el estilo tradicional de la arquitectura le apasionaba al marionetista y el suntuoso palacio del Señor Feudal se alzaba en el punto más alto de la ciudad, como una enorme torre vigía que observa todo el valle.«No quiero yo romper ninguna lanza por un Señor Feudal, pero he de admitir que tiene buen gusto el jodio.»
Se había pensado que haría menos frío, pero una ligera brisa corría por la ciudad y la posibilidad de tormenta acechaba según avanzaba el día, pero había sido previsor y se hizo antes de venir con una capa de cuero y un sandogasa, que aparte de protegerle de las inclemencias del tiempo le ayudaban a pasar desapercibido ocultando su bandana. Pese a estas precauciones que se tomó para pasar desapercibido recibía miradas extrañadas, y era normal ya que llevaba perfectamente media mañana deambulando y observando cada pequeño detalle de la ciudad cómo si de un turista ocioso se tratara.
En un determinado momento se cruzó con alguien que le llamó la atención, era un chaval de su edad más o menos, de tez pálida y mirada perdida remarcada por unas profundas ojeras. Pero lo más le llamó la atención era que alrededor de su cuello portaba una bandana de Amegakure. «Eso... Eso es una chapa de Amegakure, ¿estará de misión? No, no tiene pinta. ¿Qué le traerá por aquí?» Se dio la vuelta discretamente mientras divagaba y se quedó mirando hacia donde se dirigía el shinobi. Tras avanzar poco más de cuatro metros una señora salió corriendo de una casa y se aproximó al amejin, tenía los ojos llorosos.
—Perdona, ¿tú eres ninja no? ¡Se han llevado a mi hija! ¡Por favor, ayúdame a recuperarla, te daré lo que sea con tal de que la encuentres!
Takumi lo primero que hizo fue observar si estaba ocultando algún cuchillo o similar, por estos lares la población local no tiene mucho aprecio a los sinobis, y con razón, pero todo parecía ir bien. Se acercó al genin de la Lluvia, quedándose a un par de metros y expectante por la respuesta que daría a esta extraña situación. «En menudo lío nos vamos a tener que meter, ya veras...»
Se había pensado que haría menos frío, pero una ligera brisa corría por la ciudad y la posibilidad de tormenta acechaba según avanzaba el día, pero había sido previsor y se hizo antes de venir con una capa de cuero y un sandogasa, que aparte de protegerle de las inclemencias del tiempo le ayudaban a pasar desapercibido ocultando su bandana. Pese a estas precauciones que se tomó para pasar desapercibido recibía miradas extrañadas, y era normal ya que llevaba perfectamente media mañana deambulando y observando cada pequeño detalle de la ciudad cómo si de un turista ocioso se tratara.
En un determinado momento se cruzó con alguien que le llamó la atención, era un chaval de su edad más o menos, de tez pálida y mirada perdida remarcada por unas profundas ojeras. Pero lo más le llamó la atención era que alrededor de su cuello portaba una bandana de Amegakure. «Eso... Eso es una chapa de Amegakure, ¿estará de misión? No, no tiene pinta. ¿Qué le traerá por aquí?» Se dio la vuelta discretamente mientras divagaba y se quedó mirando hacia donde se dirigía el shinobi. Tras avanzar poco más de cuatro metros una señora salió corriendo de una casa y se aproximó al amejin, tenía los ojos llorosos.
—Perdona, ¿tú eres ninja no? ¡Se han llevado a mi hija! ¡Por favor, ayúdame a recuperarla, te daré lo que sea con tal de que la encuentres!
Takumi lo primero que hizo fue observar si estaba ocultando algún cuchillo o similar, por estos lares la población local no tiene mucho aprecio a los sinobis, y con razón, pero todo parecía ir bien. Se acercó al genin de la Lluvia, quedándose a un par de metros y expectante por la respuesta que daría a esta extraña situación. «En menudo lío nos vamos a tener que meter, ya veras...»