1/12/2019, 21:35
Y en contra de lo que Takumi pensaba que iba a pasar parecía que el amejin aceptó el trabajo, o al menos había tenido la consideración de escuchar a la señora lo que tenía que decir. «Joder, casi ni ha dudado. Parece un shinobi interesante, la gran mayoría ni se habrían molestado en escucharla siquiera, no tiene pinta de que pueda pagar lo suficiente para cubrir los servicios de un shinobi.»
—Era un hombre grande, llevaba una kasa de hierro que le tapaba prácticamente la cara, no pude reconocerle...
«Bueno, al menos ya tenemos algo distintivo por donde empezar a tirar.» El marionetista ya se contaba como que estuviera dentro de la "misión", aunque tal vez debería comunicarlo al shinobi de la Lluvia o a la pobre señora. «Habrá que ayudar aunque sea un poco, dudo mucho que reciba una compensación económica, pero es una oportunidad de oro para conocer de primera mano la realidad de este país que no puedo echar a perder»
—Me gustaría ver el lugar de los hechos.
No se andaba con rodeos el amigo, rápido y directo. La señora, ya totalmente derrumbada, le hizo unos gestos para que la siguiera al interior de su casa.
—¡Espera! —Takumi se dirigió al amejin mientras levantaba ligeramente su sandogasa dejando asomar su chapa de Uzushiogakure bien atada en su frente. —Creo que te puedo echar una mano en este asunto.
Inmediatamente después se acercó al ninja y le ofreció su mano. —Encantado, soy Takumi.
—Era un hombre grande, llevaba una kasa de hierro que le tapaba prácticamente la cara, no pude reconocerle...
«Bueno, al menos ya tenemos algo distintivo por donde empezar a tirar.» El marionetista ya se contaba como que estuviera dentro de la "misión", aunque tal vez debería comunicarlo al shinobi de la Lluvia o a la pobre señora. «Habrá que ayudar aunque sea un poco, dudo mucho que reciba una compensación económica, pero es una oportunidad de oro para conocer de primera mano la realidad de este país que no puedo echar a perder»
—Me gustaría ver el lugar de los hechos.
No se andaba con rodeos el amigo, rápido y directo. La señora, ya totalmente derrumbada, le hizo unos gestos para que la siguiera al interior de su casa.
—¡Espera! —Takumi se dirigió al amejin mientras levantaba ligeramente su sandogasa dejando asomar su chapa de Uzushiogakure bien atada en su frente. —Creo que te puedo echar una mano en este asunto.
Inmediatamente después se acercó al ninja y le ofreció su mano. —Encantado, soy Takumi.