9/12/2019, 00:17
Los papanatas que hasta ahora hacían de guaruras en la puerta, no eran más que dos lacayos que llevaban tiempo trabajando en Baratie. Pero como Baratie llevaba unos meses turbulentos, pasando de dueño en dueño como si se tratase de un objeto común, lo cierto es que aún no estaban muy acostumbrados a que fuese ese hombre azul el que dirigiese las operativas de la mafia para la que se habían enlistado. Eso no les hacía ignorar el hecho de que, siendo un tipo muy parecido a Shaneji —físicamente y en actitudes también—. lo mejor era aceptar su liderato y acatar sus órdenes. Esa vez, no fue diferente.
La voz demandante de Kincho, como les había instruido que le llamase mientras adoptara esa forma; llevó hasta ellos a través de los gruesos muros del galpón. El primero volteó sorprendido, como si le hubiesen pillado haciendo algo malo; y el otro no tardó en verle la cara a su colega, preguntándose qué había pasado ahora. Ahora se preguntaban: ¿iban los dos? ¿no les había dicho que vigilaran? el cerebro no les daba para meditar muy bien sus opciones.
Tic, tac. Tic, tac. Si tardaban más, el jefe se iba a enojar. Si tardaban más, podían echarle por la borda a las mascotas de Kaido, esos tiburones con los que amenazaba en alta mar a aquellos que no siguieran las normas.
Ambos se perdieron en el interior de la fábrica, cerrando la puerta tras sí, pero sin llave.
La voz demandante de Kincho, como les había instruido que le llamase mientras adoptara esa forma; llevó hasta ellos a través de los gruesos muros del galpón. El primero volteó sorprendido, como si le hubiesen pillado haciendo algo malo; y el otro no tardó en verle la cara a su colega, preguntándose qué había pasado ahora. Ahora se preguntaban: ¿iban los dos? ¿no les había dicho que vigilaran? el cerebro no les daba para meditar muy bien sus opciones.
Tic, tac. Tic, tac. Si tardaban más, el jefe se iba a enojar. Si tardaban más, podían echarle por la borda a las mascotas de Kaido, esos tiburones con los que amenazaba en alta mar a aquellos que no siguieran las normas.
Ambos se perdieron en el interior de la fábrica, cerrando la puerta tras sí, pero sin llave.