18/12/2019, 20:25
La no respuesta de Akame fue una especie de confirmación. Una que en el fondo ni necesitaba. De lo contrario, su hermana no seguiría allí. De lo contrario, no se sentiría como la peor mierda del mundo. A veces tenía la sensación de que su vida no era más que una partida de rol. Que un imbécil controlaba sus movimientos, y que el pobre desgraciado tenía tan mala suerte que siempre le salían pifias en las tiradas de dados. Luego se daba cuenta que eso significaría que le estaban manejando como a un títere, y el mero pensamiento le ponía de tan mala hostia que se lo apartaba a puñetazos.
—¿Acaso no me ves, Akame? ¿Qué voy a planear yo, huh? —respondió, arisco. Le estaba sobrestimando—. Si lo hiciese, no estaría postrado en esta cama. Si lo hiciese, no hubiese tirado un ojo, ¡mi puto Susano’o!, por nada. ¡Nada!
Había perdido su mejor arma. Había perdido su mejor defensa. La mitad de su visión y su último as bajo la manga. ¿Y todo por qué? ¿Para dejar a Ryū unas semanas en reposo? Quiso golpear algo con su cabeza. Lo que fuese. Pero estaba tan débil que ni eso pudo.
Patético.
—Mi ojo izquierdo… Mi ojo izquierdo me servía para engañar. Para fingir mi muerte. —Era el Genjutsu definitivo—. Pero yo ya estoy cansado de huir, incluso de Izanami. —Por eso había usado aquel ojo, y no el otro. ¿Paz? ¿Guerra? Podía verlo como quisiese. Lo único que tenía claro era que…—. La próxima vez que me muera, será de verdad.