23/12/2019, 21:06
Ayame se había lanzado a la carrera desde que había recibido el mensaje. Con su indumentaria de kunoichi, todas sus armas preparadas y luciendo la reluciente placa plateada de chuunin en el brazo, corría por las calles de Amegakure. Sorteaba a los viandantes con agilidad felina, saltaba apoyando apenas la punta de los pies los puentes que cruzaban los múltiples canales que recorrían como arterias la aldea y, por qué no admitirlo, disfrutaba de la velocidad en sus cabellos y en su corazón acelerado. Pocas veces podía correr de aquella manera que tanto le gustaba, exprimiendo al máximo los músculos de las piernas y sintiendo la lluvia y el aire en su rostro, y por eso utilizaba cualquier mínima excusa para hacerlo. No llegó a chocar con nadie en ningún momento; afortunadamente, las calles aquel día no estaban demasiado abarrotadas. Y en el momento en el que entraba en alguna avenida algo más concurrida, la kunoichi se molestaba en saltar hacia las terrazas de los edificios colindantes para pasar por encima del barullo. Quizás podría haber utilizado sus alas de agua para hacerlo, pero entonces le habría quitado algo de emoción al asunto. Cerca de ella volaba un búho nival con el cuerpo moteado, algo más pequeño en tamaño de lo que era habitual, agitando sus alitas con desesperación para seguir el ritmo de la muchacha.
—¡¡EEEK!! —protestó en más de una ocasión, como si pidiera que le esperara. Pero Ayame no hacía demasiado caso.
Y es que Kōri los había citado a ambos, tanto a ella como a Daruu, para cumplir una nueva misión. ¿Cuánto tiempo hacía desde la última? Demasiado, se dijo para sus adentros.
—¡Hermano! —exclamó, al llegar a un pequeño parque que se encontraba al este de la aldea. Frenó en seco, jadeante y chorreando de agua de la cabeza a los pies (se le había vuelto a olvidar coger algo con lo que protegerse de la lluvia), y el pequeño búho nival, aún más exhausto, aprovechó la pausa para posarse sobre su hombro para recuperar el aliento. La muchacha miró a su alrededor, interrogante—. ¿Daruu aún no ha llegado? —preguntó.
—¡¡EEEK!! —protestó en más de una ocasión, como si pidiera que le esperara. Pero Ayame no hacía demasiado caso.
Y es que Kōri los había citado a ambos, tanto a ella como a Daruu, para cumplir una nueva misión. ¿Cuánto tiempo hacía desde la última? Demasiado, se dijo para sus adentros.
—¡Hermano! —exclamó, al llegar a un pequeño parque que se encontraba al este de la aldea. Frenó en seco, jadeante y chorreando de agua de la cabeza a los pies (se le había vuelto a olvidar coger algo con lo que protegerse de la lluvia), y el pequeño búho nival, aún más exhausto, aprovechó la pausa para posarse sobre su hombro para recuperar el aliento. La muchacha miró a su alrededor, interrogante—. ¿Daruu aún no ha llegado? —preguntó.