3/01/2020, 16:47
(Última modificación: 3/01/2020, 16:47 por Amedama Daruu.)
Pero el hijo díscolo de la Hierba no sé iba a dejar atrapar fácilmente. Juro cercenó de golpe cualquier vínculo posible que le atase a la Kusagakure de Kenzou cuando decidió activar la segunda fase de la capa de bijuu. La explosión de chakra agrietó el suelo y despegó la madera de las paredes. Arrojó libros al suelo y rompió cristales. Hizo que se despegarse el tejado y se desprendiese del edificio, deslizándose hacia un lado en medio de los gritos de terror de quien fuese que pasase por allí.
Pero no movió a Kenzou.
La montaña que era aquél perro viejo se mantuvo en su sitio y se dio la vuelta poco a poco, llena de cólera. Aunque la bestia más poderosa del mundo clavase la mirada en él, él se la devolvería. Así estaban hechos los verdaderos kusajin. Era algo que Juro ya no podría llegar a aprender.
Pero la Bestia desafió a su mirada y emprendió el vuelo, pretendiendo ignorar lo que había hecho. Un error de novato. Nadie se la juega a Moyashi Kenzou y vive mucho tiempo para contarlo. El hombre flexionó las rodillas y...
...apareció tras Juro.
—¡¡KONOHA DAISENPŪ!! —bramó, tratando de golpear en los gemelos al muchacho, luego en el centro de la espalda, donde emergían las alas, y finalmente en la cabeza. Luego, daría una vuelta sobre sí mismo y le atizaría en la nuca para enviarlo de vuelta al suelo.
A Kenzou no le importaban los metros que había entre él y el suelo. Había sobrevivido a caídas peores. Como aquella vez en la que se precipitó desde lo alto de las Escaleras al Cielo y sólo se partió un par de costillas.
Pero no movió a Kenzou.
(Resistencia 140) Salvo que un ataque tenga un daño superior a 150 PV, el usuario será capaz de ignorarlo y atravesarlo, su cuerpo aguantando cualquier daño y cualquier retroceso producido por la técnica u objeto, incluyendo explosiones.
La montaña que era aquél perro viejo se mantuvo en su sitio y se dio la vuelta poco a poco, llena de cólera. Aunque la bestia más poderosa del mundo clavase la mirada en él, él se la devolvería. Así estaban hechos los verdaderos kusajin. Era algo que Juro ya no podría llegar a aprender.
Pero la Bestia desafió a su mirada y emprendió el vuelo, pretendiendo ignorar lo que había hecho. Un error de novato. Nadie se la juega a Moyashi Kenzou y vive mucho tiempo para contarlo. El hombre flexionó las rodillas y...
...apareció tras Juro.
—¡¡KONOHA DAISENPŪ!! —bramó, tratando de golpear en los gemelos al muchacho, luego en el centro de la espalda, donde emergían las alas, y finalmente en la cabeza. Luego, daría una vuelta sobre sí mismo y le atizaría en la nuca para enviarlo de vuelta al suelo.
A Kenzou no le importaban los metros que había entre él y el suelo. Había sobrevivido a caídas peores. Como aquella vez en la que se precipitó desde lo alto de las Escaleras al Cielo y sólo se partió un par de costillas.