4/01/2020, 02:03
Mientras Zaide había pasado aquellas semanas recuperándose, descansando y tratando —quien sabe con qué grado de éxito— volver a su antigua forma, o al menos a una sombra de lo que había sido, Akame dedicó su tiempo a algo muy distinto. A aquellas alturas al joven renegado le había quedado claro que los dos titanes que brevemente habían sido unidos bajo un mismo emblema, gracias a Akame precisamente, nunca volverían a ser más que una sombra de lo que en otro tiempo fueron. Eso tenía muchas implicaciones, pero entre ellas estaba el hecho de que inevitablemente pavimentaba el sendero para que los jóvenes que les iban a la zaga dieran el sprint final, y les alcanzaran. Era el tiempo de que Akame y Kaido dieran un paso adelante y tomaran las plazas dejadas por Ryu y Zaide.
Con aquel objetivo en mente, el joven Uchiha había estado recuperando viejos hábitos. Se había prometido con estricta disciplina no volver a tocar ningún tipo de droga, consciente de que el demonio azul acechaba en cada esquina, a excepción del tabaco. Entrenaba a diario. Leía. Caminaba por las calles de Hibakari de forma discreta, conociendo sus dominios y a sus gentes. En resumen: se preparaba para la tormenta. Una tormenta que no tardaría en llegar...
Así que allí estaba, junto al que iba a ser su mentor por un tiempo, en lo alto de un escarpado acantilado. Sin embargo, las cosas no fueron como esperaba: Zaide parecía incapaz de realizar su técnica.
—Meh, el clásico gatillazo —apostilló el más joven de los Uchiha, con una risilla socarrona—. Parece que tus amiguitas aéreas no tienen ganas de venir.
Con aquel objetivo en mente, el joven Uchiha había estado recuperando viejos hábitos. Se había prometido con estricta disciplina no volver a tocar ningún tipo de droga, consciente de que el demonio azul acechaba en cada esquina, a excepción del tabaco. Entrenaba a diario. Leía. Caminaba por las calles de Hibakari de forma discreta, conociendo sus dominios y a sus gentes. En resumen: se preparaba para la tormenta. Una tormenta que no tardaría en llegar...
Así que allí estaba, junto al que iba a ser su mentor por un tiempo, en lo alto de un escarpado acantilado. Sin embargo, las cosas no fueron como esperaba: Zaide parecía incapaz de realizar su técnica.
—Meh, el clásico gatillazo —apostilló el más joven de los Uchiha, con una risilla socarrona—. Parece que tus amiguitas aéreas no tienen ganas de venir.