4/01/2020, 16:42
Cuando despegaron, Zaide sintió el viento azotando su rostro. En cuestión de segundos, ya estaban surcando las nubes, y el mar se había convertido en una gigantesca mancha azul. No importaba que todavía le doliesen los huesos. Que se encontrase débil, viejo y cada vez más cansado. Hastiado de la guerra y de la vida misma. Cuando volaba, se sentía joven. Cuando volaba, sus problemas quedaban atrás. Cuando volaba…
… era libre.
Rio, y por un momento, su carcajada fue la de antaño. Alegre y risueña como el ruido de una verbena. Por minutos, Zaide y Tormenta Pálida charlaron entre ellos. El Uchiha le contó cómo había finalizado el combate de Kaji Saiban, y por qué había tratado tan mal a Brisa Cálida: era la única forma de conseguir que se desvaneciese, y, por tanto, salvarle de una muerte segura. Si hubiese tratado de convencerle por las buenas, el jodido polluelo hubiese intentado ayudarle contra Ryū hasta las últimas consecuencias. Y eso era algo que no podía permitir.
Cuando las palabras dejaron paso únicamente al sonido del viento, el águila les regaló unas cuantas cabriolas. Cayó en picado; remontó el vuelo dando una voltereta en el aire; surcó el cielo al revés y volvió a elevarse por encima incluso de las nubes.
Fue en ese momento que Zaide se acordó que no estaban solos.
—¿Qué tal vas por ahí? —preguntó a Akame, dándose la vuelta con gracilidad. El truco estaba en concentrar chakra en la parte del cuerpo que se unía al del águila, como cuando se caminaba en vertical por un árbol. De lo contrario, uno se agotaba en seguida de tener todos los músculos en tensión—. He estado pensando en mi deuda contigo, y he recordado algo.
Le pareció oportuno sacar el tema a kilómetros de altura.
—Tú me debes algo primero. ¿O acaso te has olvidado de tu promesa, huh?
… era libre.
Rio, y por un momento, su carcajada fue la de antaño. Alegre y risueña como el ruido de una verbena. Por minutos, Zaide y Tormenta Pálida charlaron entre ellos. El Uchiha le contó cómo había finalizado el combate de Kaji Saiban, y por qué había tratado tan mal a Brisa Cálida: era la única forma de conseguir que se desvaneciese, y, por tanto, salvarle de una muerte segura. Si hubiese tratado de convencerle por las buenas, el jodido polluelo hubiese intentado ayudarle contra Ryū hasta las últimas consecuencias. Y eso era algo que no podía permitir.
Cuando las palabras dejaron paso únicamente al sonido del viento, el águila les regaló unas cuantas cabriolas. Cayó en picado; remontó el vuelo dando una voltereta en el aire; surcó el cielo al revés y volvió a elevarse por encima incluso de las nubes.
Fue en ese momento que Zaide se acordó que no estaban solos.
—¿Qué tal vas por ahí? —preguntó a Akame, dándose la vuelta con gracilidad. El truco estaba en concentrar chakra en la parte del cuerpo que se unía al del águila, como cuando se caminaba en vertical por un árbol. De lo contrario, uno se agotaba en seguida de tener todos los músculos en tensión—. He estado pensando en mi deuda contigo, y he recordado algo.
Le pareció oportuno sacar el tema a kilómetros de altura.
—Tú me debes algo primero. ¿O acaso te has olvidado de tu promesa, huh?