4/01/2020, 17:44
Akame alzó la vista —que había estado fija en las crepitantes llamas de la lumbre hasta ese momento— ante la inesperada pregunta de su mentor. Durante el resto del viaje el joven Uchiha no había hablado mucho, como si la turbulenta cabalgada aérea sobre Tormenta Pálida le hubiera quitado las ganas de hablar, o de vivir. Sin embargo, tras llegar por fin a la posada y recuperarse del todo con un buen plato de estofado y caldo caliente —incluso aunque en aquellas tierras todavía hacía calor por el día—, se encontraba más a tono.
—Bah, qué va —mintió, dándole un sorbo a su taza de té negro para disimular.
Lo cierto era que desde que había puesto un pie en el País de la Espiral, Akame había estado nervioso. Muy nervioso. Incluso aunque su calma natural le permitía esconderlo, Zaide se habría dado cuenta de las miradas por encima del hombro, a cada sombra, a cada esquina. Se sentía como una bestia a la que fueran a dar caza en cualquier momento, y se notaba. Aun así, vestía con sencillez sus habituales ropas, y llevaba el rostro descubierto, dejando a la vista de todos su deformidad. La pluma azul eléctrico de Yume adornaba su oreja izquierda, sujeta por una venda que llevaba anudada en la frente.
—Parece una eternidad, pero sigue haciendo tanto calor como recordaba, y el té conserva su sabor. La vida sigue, supongo —confesó, con una pizca de decepción.
¿Quizás había esperado otra cosa? ¿Un comité de bienvenida formado por los mejores shinobi de Uzu? ¿Un enfrentamiento épico contra su antiguo Hermano?
No lo sabía, y aquella sensación de incertidumbre y a la vez certeza de que todo seguía igual le atosigaba. ¿Cómo se suponía que debía sentirse?
—Bah, qué va —mintió, dándole un sorbo a su taza de té negro para disimular.
Lo cierto era que desde que había puesto un pie en el País de la Espiral, Akame había estado nervioso. Muy nervioso. Incluso aunque su calma natural le permitía esconderlo, Zaide se habría dado cuenta de las miradas por encima del hombro, a cada sombra, a cada esquina. Se sentía como una bestia a la que fueran a dar caza en cualquier momento, y se notaba. Aun así, vestía con sencillez sus habituales ropas, y llevaba el rostro descubierto, dejando a la vista de todos su deformidad. La pluma azul eléctrico de Yume adornaba su oreja izquierda, sujeta por una venda que llevaba anudada en la frente.
—Parece una eternidad, pero sigue haciendo tanto calor como recordaba, y el té conserva su sabor. La vida sigue, supongo —confesó, con una pizca de decepción.
¿Quizás había esperado otra cosa? ¿Un comité de bienvenida formado por los mejores shinobi de Uzu? ¿Un enfrentamiento épico contra su antiguo Hermano?
No lo sabía, y aquella sensación de incertidumbre y a la vez certeza de que todo seguía igual le atosigaba. ¿Cómo se suponía que debía sentirse?