5/01/2020, 22:09
Zaide sonrió con suficiencia y asintió, visiblemente complacido. Oh, sí, estaba contento. Todavía no conocía los límites de aquel jutsu tan prometedor, ni los engranajes, o tan siquiera los requisitos. Pero el mero hecho de imaginarse teletransportándose a una Villa por sorpresa hizo que se le hiciese la boca agua. Boca que contuvo llenándola de hidromiel y vaciándose la birra de un largo trago.
—Entonces, te voy a dar un consejo. —Porque quizá algún día necesitase tomar prestado ese poder—. Uno que en el fondo ya sabes, o te imaginas. No lo uses a destajo, ¿huh? —Y menos por pillarse un rebote al encontrarse con hambre, joder—. No es bueno.
Él lo sabía muy bien, para su desgracia. Hacía mucho tiempo que no usaba sus ojos —salvo en el Kaiji Saiban—, y aunque había recuperado algo de visión, sabía que ya nunca sería la misma.
Pero lo que dijo a continuación Akame le despertó una carcajada. ¿Él, oriundo de Amegakure no Sato? Ese era un buen chiste.
—Yo nací libre, compañero. —En lo alto de las montañas de Tsuchi no Kuni. Se encogió de hombros—. Mi padre lo fue un tiempo. —Era curioso, decían que el tiempo todo lo curaba. ¿Por qué, entonces, seguía sintiendo aquella presión en el pecho cada vez que lo recordaba? Levantó la mano buena, y pidió otra hidromiel al posadero. No fue hasta que se hubo marchado, volviendo a dejarlos en soledad, que respondió a las preguntas de Akame—. A ella directamente nada —confesó—. Pero asesiné a algún que otro ninja con su emblema. Y secuestré a otros cuantos. Y… Bueno, hubo una vez, cuando no era un mercenario tan honrado como lo soy ahora, que cierto ser me pidió asesinar al Señor Feudal de la Tormenta. Y acepté… y fracasé. —Pero a buen seguro sabían que él estaba detrás de aquel atentado fallido.
»Y bueno, en Uzu también me deben tener fichado, ¿huh? —No era necesario explicar los motivos—. ¿Nunca tuviste curiosidad de mirar mi ficha?
—Entonces, te voy a dar un consejo. —Porque quizá algún día necesitase tomar prestado ese poder—. Uno que en el fondo ya sabes, o te imaginas. No lo uses a destajo, ¿huh? —Y menos por pillarse un rebote al encontrarse con hambre, joder—. No es bueno.
Él lo sabía muy bien, para su desgracia. Hacía mucho tiempo que no usaba sus ojos —salvo en el Kaiji Saiban—, y aunque había recuperado algo de visión, sabía que ya nunca sería la misma.
Pero lo que dijo a continuación Akame le despertó una carcajada. ¿Él, oriundo de Amegakure no Sato? Ese era un buen chiste.
—Yo nací libre, compañero. —En lo alto de las montañas de Tsuchi no Kuni. Se encogió de hombros—. Mi padre lo fue un tiempo. —Era curioso, decían que el tiempo todo lo curaba. ¿Por qué, entonces, seguía sintiendo aquella presión en el pecho cada vez que lo recordaba? Levantó la mano buena, y pidió otra hidromiel al posadero. No fue hasta que se hubo marchado, volviendo a dejarlos en soledad, que respondió a las preguntas de Akame—. A ella directamente nada —confesó—. Pero asesiné a algún que otro ninja con su emblema. Y secuestré a otros cuantos. Y… Bueno, hubo una vez, cuando no era un mercenario tan honrado como lo soy ahora, que cierto ser me pidió asesinar al Señor Feudal de la Tormenta. Y acepté… y fracasé. —Pero a buen seguro sabían que él estaba detrás de aquel atentado fallido.
»Y bueno, en Uzu también me deben tener fichado, ¿huh? —No era necesario explicar los motivos—. ¿Nunca tuviste curiosidad de mirar mi ficha?