5/01/2020, 23:23
Algo en la mirada de Akame cambió. Decían que los ojos eran el reflejo del alma, y la de Akame pareció empañarse. Oscurecerse por un dolor indescriptible. ¿Imaginaciones suyas? Zaide lo dudaba, pero optó por no remover en aquella herida.
Había cosas que era mejor no preguntar.
—Sí, sí, pero estás perdiendo el punto. Lo que te digo es: imagínate, tú, trasplantarte el Sharingan de otro Uchiha, uno que no lo haya desgastado. Tú que ya lo llevas en la sangre, ¿no renacería tu visión? ¿No recuperarías lo perdido? —preguntas para las que no tenía respuesta, todavía. Toda conjetura había que probarla, o no eran más que palabras bonitas perdidas en el viento—. Mas un día leí una cosa al respecto —prosiguió, bajando la voz—. En el mismo sitio donde descubrí el poder para cambiar la realidad. —Y eso, era aval suficiente para considerarlo confiable. Que estuviese allí con vida era prueba de ello—. Se le conoce como…
»… el Mangekyō Sharingan Eterno.
Se dio cuenta de algo y frunció el ceño.
—¿Invitas tú a estas rondas, no? —Vale que estuviese pagando una deuda, pero la hidromiel iba aparte—. Bien, bien. Pues, como te estarás imaginando por el nombre, se dice que este Mangekyō nunca se apaga. Nunca sufre. Nunca se deteriora. La hostia, ¿eh? Claro que si conoces de negocios, sabes que lo que no pagas por un lado, lo acabas apoquinando por el otro. En este caso… Bueno. En este caso tienes que arrancarle el Sharingan a un familiar y ponértelos. Y no me refiero al primo tonto que todos tenemos. Uno de línea sanguínea directa, ¿hmm? Un hermano, por ejemplo.
Había cosas que era mejor no preguntar.
—Sí, sí, pero estás perdiendo el punto. Lo que te digo es: imagínate, tú, trasplantarte el Sharingan de otro Uchiha, uno que no lo haya desgastado. Tú que ya lo llevas en la sangre, ¿no renacería tu visión? ¿No recuperarías lo perdido? —preguntas para las que no tenía respuesta, todavía. Toda conjetura había que probarla, o no eran más que palabras bonitas perdidas en el viento—. Mas un día leí una cosa al respecto —prosiguió, bajando la voz—. En el mismo sitio donde descubrí el poder para cambiar la realidad. —Y eso, era aval suficiente para considerarlo confiable. Que estuviese allí con vida era prueba de ello—. Se le conoce como…
»… el Mangekyō Sharingan Eterno.
Se dio cuenta de algo y frunció el ceño.
—¿Invitas tú a estas rondas, no? —Vale que estuviese pagando una deuda, pero la hidromiel iba aparte—. Bien, bien. Pues, como te estarás imaginando por el nombre, se dice que este Mangekyō nunca se apaga. Nunca sufre. Nunca se deteriora. La hostia, ¿eh? Claro que si conoces de negocios, sabes que lo que no pagas por un lado, lo acabas apoquinando por el otro. En este caso… Bueno. En este caso tienes que arrancarle el Sharingan a un familiar y ponértelos. Y no me refiero al primo tonto que todos tenemos. Uno de línea sanguínea directa, ¿hmm? Un hermano, por ejemplo.