5/01/2020, 23:51
A Zaide no le extrañó la reacción del Uchiha. Los que sí se extrañaron fueron varios aldeanos, que le miraron con el ceño fruncido o con cara de: ¿a este qué cojones le pasa? Cuando volvió a sentarse, varios de ellos se encogieron de hombros y volvieron a enfocarse en lo importante: su vaso de cerveza. Hubo uno, sin embargo, que pareció curioso por lo que allí estaba aconteciendo. Por la noticia que había logrado levantar a Akame de la mesa. Zaide lo miró directamente a los ojos, con una de esas miradas que decían: busco problemas, ¿y tú?
El aldeano hundió su mirada en la superficie de su sake y no la sacó de allí en un buen rato.
—Oye, oye. Ahora que te veo bien —analizó a Akame con su único ojo sano con el escrutinio de un ganadero cuando le intentan vender un becerro—. Tú no serás… Por una remota posibilidad tu madre no se llamará…
Volvió a fijarse en su nariz torcida. En sus ojos completamente negros. En su…
—Es broma, es broma —rio, quitándole importancia. Ya sería toda una broma cruel del destino que lo fuese. Más ahora que solo le quedaba un ojo…—. Ya terminaremos la conversación otro día, ¿huh? Que te me vas a empachar.
Subió por las escaleras hasta la habitación que tenía pagada y cerró la puerta con llave. Era hora de descansar un poco, aunque no sin antes ponerle unos cuántos seguros a la habitación. En aquellos tiempos cualquier rufián podía intentar colarse en ella, mientras uno dormía plácidamente en la cama.
Shaneji lo sabía muy bien.
El aldeano hundió su mirada en la superficie de su sake y no la sacó de allí en un buen rato.
—Oye, oye. Ahora que te veo bien —analizó a Akame con su único ojo sano con el escrutinio de un ganadero cuando le intentan vender un becerro—. Tú no serás… Por una remota posibilidad tu madre no se llamará…
Volvió a fijarse en su nariz torcida. En sus ojos completamente negros. En su…
—Es broma, es broma —rio, quitándole importancia. Ya sería toda una broma cruel del destino que lo fuese. Más ahora que solo le quedaba un ojo…—. Ya terminaremos la conversación otro día, ¿huh? Que te me vas a empachar.
Subió por las escaleras hasta la habitación que tenía pagada y cerró la puerta con llave. Era hora de descansar un poco, aunque no sin antes ponerle unos cuántos seguros a la habitación. En aquellos tiempos cualquier rufián podía intentar colarse en ella, mientras uno dormía plácidamente en la cama.
Shaneji lo sabía muy bien.