6/01/2020, 17:01
La energía del bijuu se liberó contra la aldea, como un cauce desbocado que trataba de devorar la ciudad que estorbaba en su paso a la libertad. Sin embargo, un hombre — pequeño, en comparación con la criatura que enfrentaba — pero de una presencia gigante, se interpuso entre entre la devastación y la aldea.
El bijuu observó cómo su más mortifera habilidad no solo era absorbida, sino devuelta.
Juro-Chomei sintió el dolor de su propia técnica. Sintió la tortura por la que había estado a punto de hacer pasar a la gente inocente que vivía ahí. Entonces, fue realmente consciente: del poder que tenía, de la carga que había escogido. No había sido capaz de manejar aquel poder con responsabilidad y eso había estado a punto de provocar la muerte de miles. Aquel hombre había salvado la aldea, y, de alguna forma, el alma del chico. Sin embargo, el precio a pagar había sido demasiado alto.
Juro observó al hombre en sus últimos momentos. No observó su muerte, pero no hizo falta. Sabía como acabaría. Aquel hombre había significado mucho para él durante toda su vida. Verlo ahí y haberse enfrentado a él había sido algo tan repentino que tardaría meses en digerir. Ser el causante de su muerte, probablemente, algo que le acompañaría toda su vida.
¿Cómo había acabado todo así? ¿Por qué? ¿Había sido por la desconfianza de su bijuu? ¿Por el miedo a ser asesinado? O quizá, simplemente, por algo que había dentro de él y había querido salir desesperadamente. Ahí, con las manos manchadas de sangre, ya era incapaz de diferenciarlo. No se iba a engañar así mismo: él había tomado esa decisión. Puede que el destino se la hubiera jugado, pero uno era siempre el que apretaba el gatillo.
« Ojala no hubieras sido un viejo tan testarudo » — Ojala nunca le hubiera tal carga sobre los hombros. Maldijo a Kenzou, por ser un padre tan cariñoso y a la vez tan cruel. Por haberle impuesto una tarea a la que no estaba preparado. Por haberle tachado, primero, de loco, cuando no creía en la conciencia de los bijuu, y luego, de conspirador, por creer que tenían una mente y un corazón.
Sí, si él le hubiera hecho caso, nada de esto habría pasado. Pero aun así, no tenía porque haber acabado así. No tenía que haber confiado en un poder tan grande ni haber amenazado, aunque fuese sin querer, a la aldea en la que se había criado.
Pero así había acabado. El ciclo de destrucción, una vez más, se completaba.
Ante la figura de aquel hombre cayendo y la de una mujer (su discípula, quizá. Ese hombre tenía mucho más de lo que parecía bajo la manga) yendo a socorrerle, la criatura gigante ya había emprendido el vuelo. Huyó hasta distanciarse de la aldea, y entonces, desapareció.
Lo que quedó de ella ya no era un jounin o un shinobi. Era un exiliado que ahora huía, con la certeza de que toda la vida que había vivido hasta ahora había quedado atrás. Pensó una última vez en su familia, en su alumno, en su mejor amigo y en el resto de conocidos de la villa. El último pensamiento, claro está, se lo dedicó a Kenzou, al hombre que le había dado tanto y a la vez le había maldecido para toda la vida.
Eikyuu Juro desapareció.
El bijuu observó cómo su más mortifera habilidad no solo era absorbida, sino devuelta.
Juro-Chomei sintió el dolor de su propia técnica. Sintió la tortura por la que había estado a punto de hacer pasar a la gente inocente que vivía ahí. Entonces, fue realmente consciente: del poder que tenía, de la carga que había escogido. No había sido capaz de manejar aquel poder con responsabilidad y eso había estado a punto de provocar la muerte de miles. Aquel hombre había salvado la aldea, y, de alguna forma, el alma del chico. Sin embargo, el precio a pagar había sido demasiado alto.
Juro observó al hombre en sus últimos momentos. No observó su muerte, pero no hizo falta. Sabía como acabaría. Aquel hombre había significado mucho para él durante toda su vida. Verlo ahí y haberse enfrentado a él había sido algo tan repentino que tardaría meses en digerir. Ser el causante de su muerte, probablemente, algo que le acompañaría toda su vida.
¿Cómo había acabado todo así? ¿Por qué? ¿Había sido por la desconfianza de su bijuu? ¿Por el miedo a ser asesinado? O quizá, simplemente, por algo que había dentro de él y había querido salir desesperadamente. Ahí, con las manos manchadas de sangre, ya era incapaz de diferenciarlo. No se iba a engañar así mismo: él había tomado esa decisión. Puede que el destino se la hubiera jugado, pero uno era siempre el que apretaba el gatillo.
« Ojala no hubieras sido un viejo tan testarudo » — Ojala nunca le hubiera tal carga sobre los hombros. Maldijo a Kenzou, por ser un padre tan cariñoso y a la vez tan cruel. Por haberle impuesto una tarea a la que no estaba preparado. Por haberle tachado, primero, de loco, cuando no creía en la conciencia de los bijuu, y luego, de conspirador, por creer que tenían una mente y un corazón.
Sí, si él le hubiera hecho caso, nada de esto habría pasado. Pero aun así, no tenía porque haber acabado así. No tenía que haber confiado en un poder tan grande ni haber amenazado, aunque fuese sin querer, a la aldea en la que se había criado.
Pero así había acabado. El ciclo de destrucción, una vez más, se completaba.
Ante la figura de aquel hombre cayendo y la de una mujer (su discípula, quizá. Ese hombre tenía mucho más de lo que parecía bajo la manga) yendo a socorrerle, la criatura gigante ya había emprendido el vuelo. Huyó hasta distanciarse de la aldea, y entonces, desapareció.
Lo que quedó de ella ya no era un jounin o un shinobi. Era un exiliado que ahora huía, con la certeza de que toda la vida que había vivido hasta ahora había quedado atrás. Pensó una última vez en su familia, en su alumno, en su mejor amigo y en el resto de conocidos de la villa. El último pensamiento, claro está, se lo dedicó a Kenzou, al hombre que le había dado tanto y a la vez le había maldecido para toda la vida.
Eikyuu Juro desapareció.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60