7/01/2020, 15:16
Las palabras del marionetista resonaron en su cabeza como si fuese la pieza del puzzle que encajaba. Como si hubiese dado con la palanca que abría la puerta que les mantenía encerrados. No dudó en darse la vuelta hacia la puerta lentamente tras hacerle un gesto apenas perceptible a su mapache, el cual le adelantó y comenzó a caminar hacia la parte de fuera de la casa.
-Quizás se haya ido por su propia voluntad, no había pensado en eso! En cualquier caso, prefiero no decirle nada a la señora hasta que la tengamos de vuelta... -Dijo con claro tono de ánimo pero en voz baja para que solo su compañero le escuchara.
Pasó a su lado y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, se detuvo apenas unos instantes frente a la mujer, la cual preparaba un té para entrar en calor después del susto que había tenido. Aunque se la veía extrañamente nerviosa, podría llegar a entenderse dadas las circunstancias. Rastrearía a la chica hasta donde estuviera y llegaría hasta el fondo de todo esto. Si era realmente una fuga, lo sabrían dentro de unas horas cuando estuvieran frente a ella.
-Traeremos a su hija de vuelta, no se preocupe -Dicho esto, y sin esperar una respuesta, continuó hacia la puerta, caminando a su ritmo habitual.
Si su compañero le seguía, vería como le hacía nuevamente ese gesto a su compañero cuadrúpedo y este comenzaba a caminar lentamente hacia la parte de atrás de la casa con el cuello gacho y olfateando el suelo y las paredes de cuando en cuando. Aquel animal parecía tener un olfato impresionante, cosa que ayudaba mucho al propio Kisame. Una vez llegaron a la ventana trasera, se podían ver unas huellas, apenas perceptibles dado que había hecho viento y estaban algo borradas, pero el barro de la noche anterior les habría ayudado a poder verlas ahora. Era abstante evidente que no eran unas botas tabi, más bien unas sandalias geta, las cuales se habían semi enterrado en la tierra al pasar por el difícil terreno. El amejin se agachó para verlas mejor y luego volvió la vista a su compañero apra ver qué decía al respecto.
-Quizás se haya ido por su propia voluntad, no había pensado en eso! En cualquier caso, prefiero no decirle nada a la señora hasta que la tengamos de vuelta... -Dijo con claro tono de ánimo pero en voz baja para que solo su compañero le escuchara.
Pasó a su lado y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, se detuvo apenas unos instantes frente a la mujer, la cual preparaba un té para entrar en calor después del susto que había tenido. Aunque se la veía extrañamente nerviosa, podría llegar a entenderse dadas las circunstancias. Rastrearía a la chica hasta donde estuviera y llegaría hasta el fondo de todo esto. Si era realmente una fuga, lo sabrían dentro de unas horas cuando estuvieran frente a ella.
-Traeremos a su hija de vuelta, no se preocupe -Dicho esto, y sin esperar una respuesta, continuó hacia la puerta, caminando a su ritmo habitual.
Si su compañero le seguía, vería como le hacía nuevamente ese gesto a su compañero cuadrúpedo y este comenzaba a caminar lentamente hacia la parte de atrás de la casa con el cuello gacho y olfateando el suelo y las paredes de cuando en cuando. Aquel animal parecía tener un olfato impresionante, cosa que ayudaba mucho al propio Kisame. Una vez llegaron a la ventana trasera, se podían ver unas huellas, apenas perceptibles dado que había hecho viento y estaban algo borradas, pero el barro de la noche anterior les habría ayudado a poder verlas ahora. Era abstante evidente que no eran unas botas tabi, más bien unas sandalias geta, las cuales se habían semi enterrado en la tierra al pasar por el difícil terreno. El amejin se agachó para verlas mejor y luego volvió la vista a su compañero apra ver qué decía al respecto.