7/01/2020, 19:26
Ah, sí. Era cierto. La memoria humana es selectiva, como un niño que ignora el incómodo elefante en la habitación tiene una gran facilidad para meter en el baúl los recuerdos que podrían hacernos daño. O volvernos locos. Para Akame eso correspondía al pequeño escarceo que habían vivido Datsue y la difunda Koko con la banda de Zaide, algunos años atrás. Desde que se había propuesto aprender los jutsus secretos del clan Uchiha junto a aquel hijo de puta, Akame se había esforzado bien por apartar esos recuerdos de su cabeza. Pero ahora Zaide se esforzaba en recordárselo, una y otra vez.
—Uno de los jinchuuriki —le corrigió Akame, seco—. Por algo se llamaban Hermanos del Desierto, en plural.
Incluso aunque el joven renegado no pensaba decir palabra sobre el asunto, en su rostro repentinamente agrio se podía leer que no le hacía ninguna gracia. Especialmente, caminando como estaban por las mismas montañas donde Zaide y sus rufianes habían secuestrado y violado a Kageyama Koko. De repente, Akame recordó la pregunta que el calvo le había hecho en Ryuugu-jō: ¿sería capaz de trabajar con los que habían asesinado a su amor? Y luego, la respuesta que él le dio: Zaide había sido tan responsable como Sekiryu.
¿Iba a ignorar eso?
Akame resopló.
—Ya me gustaría —respondió—. Con gusto le sacaría los ojos a esa hiena de Datsue —y en cuanto al poder de su ojo derecho...—, ni idea. Nunca me lo contó... Aunque a cambio, el muy ratero tampoco sabe el mío. Ni él ni nadie.
Los labios se le curvaron en una sonrisa sádica. Si alguna vez Zaide llegaba a verlo, se aseguraría de que fuese una imagen que nunca jamás pudiera olvidar.
—Uno de los jinchuuriki —le corrigió Akame, seco—. Por algo se llamaban Hermanos del Desierto, en plural.
Incluso aunque el joven renegado no pensaba decir palabra sobre el asunto, en su rostro repentinamente agrio se podía leer que no le hacía ninguna gracia. Especialmente, caminando como estaban por las mismas montañas donde Zaide y sus rufianes habían secuestrado y violado a Kageyama Koko. De repente, Akame recordó la pregunta que el calvo le había hecho en Ryuugu-jō: ¿sería capaz de trabajar con los que habían asesinado a su amor? Y luego, la respuesta que él le dio: Zaide había sido tan responsable como Sekiryu.
¿Iba a ignorar eso?
Akame resopló.
—Ya me gustaría —respondió—. Con gusto le sacaría los ojos a esa hiena de Datsue —y en cuanto al poder de su ojo derecho...—, ni idea. Nunca me lo contó... Aunque a cambio, el muy ratero tampoco sabe el mío. Ni él ni nadie.
Los labios se le curvaron en una sonrisa sádica. Si alguna vez Zaide llegaba a verlo, se aseguraría de que fuese una imagen que nunca jamás pudiera olvidar.