10/01/2020, 18:08
Y Akame abrazó a las tinieblas, sin miedo, sin reparos. Como quien se funde en el abrazo de una amante, se dejó arrullar por la oscuridad de aquella caverna. En ese preciso momento ya no sintió miedo, ni incertidumbre, ni pesar, sino el consuelo que le brindaba una nueva determinación. Porque había encontrado su verdadero ser; o mejor dicho, había dejado de evitarlo. De engañarse a sí mismo.
—No hay precio lo suficientemente alto como para disuadirme —respondió, mientras sus ojos se deleitaban con la criatura que le envolvía—. Y la Muerte no me es extraña. No tengo miedo. ¡Ahora dime! ¿Eres capaz de darme lo que quiero?
—No hay precio lo suficientemente alto como para disuadirme —respondió, mientras sus ojos se deleitaban con la criatura que le envolvía—. Y la Muerte no me es extraña. No tengo miedo. ¡Ahora dime! ¿Eres capaz de darme lo que quiero?