11/01/2020, 18:14
La revelación de Zaide cogió a su primo con los calzones bajados. ¿A eso se había referido cuando le relataba su andanza fallida por Shinogi-to? ¿Shikage le había pedido que matara, nada más y nada menos, que al Daimyō de la Tormenta? Akame se revolvió, inquieto; si la mujer-serpiente tenía por costumbre asignar objetivos tan inverosímiles para sus encargos, no podía sino esperar que aquella bestia del Lago de las Ningyos sería jodidamente difícil de matar. ¿O tal vez imposible? ¿Era eso, un engaño? ¿Shikage estaba jugando con él?
Akame fumó, nervioso, mientras atendía a las indicaciones de Zaide sobre dónde estaba el famoso Lago. Sus ojos recorrieron el mapa mientras trataba de calmarse, fijándose en la ruta más plausible; no la más corta, no, sino la menos dificultosa. Sólo le hacía falta que fracasara en su misión de asesinato potencialmente imposible por despeñarse y romperse una pierna.
—Gracias —masculló, apurando el cigarrillo y echándose su petate a la espalda. Por suerte llevaba raciones de sobra, además de su habitual equipo de viaje—. Espero que esa serpiente no me la esté jugando... Asesinar al Daimyō. Yo creo que nunca quiso hacer el Pacto contigo, realmente.
Si el otro no tenía más que decir, Akame se encaminaría con el mapa bien memorizado en su cabeza —su prodigioso intelecto daba para eso y bastante más— hacia el Lago de las Ningyos.
Akame fumó, nervioso, mientras atendía a las indicaciones de Zaide sobre dónde estaba el famoso Lago. Sus ojos recorrieron el mapa mientras trataba de calmarse, fijándose en la ruta más plausible; no la más corta, no, sino la menos dificultosa. Sólo le hacía falta que fracasara en su misión de asesinato potencialmente imposible por despeñarse y romperse una pierna.
—Gracias —masculló, apurando el cigarrillo y echándose su petate a la espalda. Por suerte llevaba raciones de sobra, además de su habitual equipo de viaje—. Espero que esa serpiente no me la esté jugando... Asesinar al Daimyō. Yo creo que nunca quiso hacer el Pacto contigo, realmente.
Si el otro no tenía más que decir, Akame se encaminaría con el mapa bien memorizado en su cabeza —su prodigioso intelecto daba para eso y bastante más— hacia el Lago de las Ningyos.