11/01/2020, 19:02
Antes de que ambos Uchiha separaran sus caminos, Akame llamó la atención del veterano.
—Eh, Zaide... Te agradezco que hayas cumplido tu palabra. El honor escasea entre los ladrones, como se suele decir —agregó, poniéndose literario por momentos—. Que sepas que yo aposté por ti desde el principio en el Kaji Saiban.
Y así, el joven renegado se dio media vuelta y comenzó a caminar. Mientras enfilaba el pedregoso sendero hacia la meseta en la cual estaba ubicada el Lago, no pudo parar de pensar en que en otra vida, en otras circunstancias, tal vez él y Zaide sí que habrían podido ser alumno y maestro; propiamente dicho. Pero, como tantas otras cosas en la vida, a veces las personas llegaban en el momento menos indicado y de la forma menos esperada.
Akame caminó durante casi dos días completos antes de llegar a su destino. Por suerte, el joven ninja ya se había pateado alguna que otra vez el País de la Tierra, de modo que su árido paraje y su clima traicionero no le eran ajenos. La experiencia es un grado, y Akame se aseguró de pararse a beber agua y comer algo a cada rato para mantenerse nutrido e hidratado, evitó los desfiladeros estrechos y los senderos —demasiado— solitarios, y buscó una gruta acogedora pero poco profunda para pasar la noche.
Cuando llegó a la meseta llevaba algunas provisiones de menos en su petate, la cantimplora repleta —había hervido el agua de un riachuelo lejano antes de rellenarla— y razonablemente suficientes energías como para acometer la tarea que tenía por delante. Era el ocaso del segundo día y la meseta ya se abría ante él, aunque por ahora no había rastro del Lago. El Uchiha intuyó que se encontraría, tal vez, oculto tras el frondoso bosque que tenía ante él... De modo que se encendió un cigarrillo y se internó en la arboleda.
—Eh, Zaide... Te agradezco que hayas cumplido tu palabra. El honor escasea entre los ladrones, como se suele decir —agregó, poniéndose literario por momentos—. Que sepas que yo aposté por ti desde el principio en el Kaji Saiban.
Y así, el joven renegado se dio media vuelta y comenzó a caminar. Mientras enfilaba el pedregoso sendero hacia la meseta en la cual estaba ubicada el Lago, no pudo parar de pensar en que en otra vida, en otras circunstancias, tal vez él y Zaide sí que habrían podido ser alumno y maestro; propiamente dicho. Pero, como tantas otras cosas en la vida, a veces las personas llegaban en el momento menos indicado y de la forma menos esperada.
Akame caminó durante casi dos días completos antes de llegar a su destino. Por suerte, el joven ninja ya se había pateado alguna que otra vez el País de la Tierra, de modo que su árido paraje y su clima traicionero no le eran ajenos. La experiencia es un grado, y Akame se aseguró de pararse a beber agua y comer algo a cada rato para mantenerse nutrido e hidratado, evitó los desfiladeros estrechos y los senderos —demasiado— solitarios, y buscó una gruta acogedora pero poco profunda para pasar la noche.
Cuando llegó a la meseta llevaba algunas provisiones de menos en su petate, la cantimplora repleta —había hervido el agua de un riachuelo lejano antes de rellenarla— y razonablemente suficientes energías como para acometer la tarea que tenía por delante. Era el ocaso del segundo día y la meseta ya se abría ante él, aunque por ahora no había rastro del Lago. El Uchiha intuyó que se encontraría, tal vez, oculto tras el frondoso bosque que tenía ante él... De modo que se encendió un cigarrillo y se internó en la arboleda.