12/01/2020, 20:44
Una vez profesional, siempre profesional. Uchiha Akame se movió entre la maleza como un depredador avezado. Sus pies evitaron pisar las ramas caídas, su torso se contorneó para no mover los arbustos, y sus ojos eligieron siempre el mejor camino. A medida que avanzaba, las voces se fueron haciendo cada vez más y más claras:
—Come. Necesitarás energía para esta noche —dijo la voz adulta.
—Pff… ¡Si es que no tengo hambre! Además, le falta carne a la sal. Así está muy sosa.
—Lo que estás es nervioso. No, no me vengas con tus fantochadas. Estás de los nervios y tienes el estómago cerrado. Es normal, es tu primera misión de rango C, al fin y al cabo. Pero has de forzarte a comer, o lo echarás de menos si esta noche nos topamos con la bestia.
—P-pero… ¿Usted cree que es verdad? ¿De verdad es una bestia lo que está provocando todas las desapariciones?
—Ya te dije que no me gusta que me traten de usted.
Akame salió justo en ese momento tras un arbusto, asomando lo necesario los ojos para distinguir a dos personas sentadas junto a un fuego, que usaban para calentarse y cocinar algo de carne. Una de ellas era un chico que debía de tener unos doce o trece años, de pelo corto y con líneas rapadas en los laterales de la cabeza. El otro… El otro ya sabía quién era antes incluso de verlo. Antes incluso de que el niño respondiese:
—P-perdón… Perdóneme, Raito-sensei.
—Come. Necesitarás energía para esta noche —dijo la voz adulta.
—Pff… ¡Si es que no tengo hambre! Además, le falta carne a la sal. Así está muy sosa.
—Lo que estás es nervioso. No, no me vengas con tus fantochadas. Estás de los nervios y tienes el estómago cerrado. Es normal, es tu primera misión de rango C, al fin y al cabo. Pero has de forzarte a comer, o lo echarás de menos si esta noche nos topamos con la bestia.
—P-pero… ¿Usted cree que es verdad? ¿De verdad es una bestia lo que está provocando todas las desapariciones?
—Ya te dije que no me gusta que me traten de usted.
Akame salió justo en ese momento tras un arbusto, asomando lo necesario los ojos para distinguir a dos personas sentadas junto a un fuego, que usaban para calentarse y cocinar algo de carne. Una de ellas era un chico que debía de tener unos doce o trece años, de pelo corto y con líneas rapadas en los laterales de la cabeza. El otro… El otro ya sabía quién era antes incluso de verlo. Antes incluso de que el niño respondiese:
—P-perdón… Perdóneme, Raito-sensei.
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