14/01/2020, 16:57
Cuando maestro y alumno se pusieron en marcha, el Kage Bunshin se obligó a dejar de lado aquellas tribulaciones que le atosigaban por dentro y a concentrarse en la misión; él tenía un cometido clave en el devenir de la estratagema trazada por su original. Sigiloso como la serpiente a la que tenía que dar caza, el Uchiha se movió tras el dúo de shinobi de la Espiral. En todo momento ponía extremo cuidado en no ser visto ni oído, guardando siempre una distancia prudencial, caminando de forma paralela a los dos ninjas para no quedarse atrás hasta que...
«Ahí está. Ahí delante, el Lago...»
Su propósito llegaba a su fin. Sabía que, cuando su esencia física se deshiciera en el éter y sus pensamientos pasaran al Akame primigenio, también lo harían aquellas dudas. Aquella desazón. Pero, ¿acaso tenía alternativa?
El Kage Bunshin cerró los ojos, apretó los puños y...
¡Puf!
Akame parpadeó un par de veces, aturdido por la repentina llegada de los estímulos sensoriales que le venían a la memoria tras desaparecer su clon de sombras. Mientras que su mirada se mantenía fija en la mujer-serpiente, su cabeza trabajaba a toda velocidad. «Estaban a punto de llegar y Raito-sensei ha activado su Sharingan. Tengo que evitar que me vean o el plan se irá a la mierda. Pero, ¿y si esta condenada bestia intuye que algo va mal y vuelve al agua?»
—Es que... No sé nadar. Me da miedo el agua —se excusó—. ¿Qué tal si vienes tú? Ven a jugar...
Con la actitud de muchachito inocente más tontuna que fue capaz de fingir, Akame se levantó y echó a correr hacia los árboles. Sabía por dónde iban a venir Raito y su alumno, de modo que se aseguró de correr lo suficientemente rápido como para que no llegaran a verle antes de internarse en la arboleda, y de correr en una dirección en la que no se toparía con ellos. Con un poco de suerte, la bestia y sus cazadores se toparían de bruces los unos con los otros.
«Ahí está. Ahí delante, el Lago...»
Su propósito llegaba a su fin. Sabía que, cuando su esencia física se deshiciera en el éter y sus pensamientos pasaran al Akame primigenio, también lo harían aquellas dudas. Aquella desazón. Pero, ¿acaso tenía alternativa?
El Kage Bunshin cerró los ojos, apretó los puños y...
¡Puf!
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Akame parpadeó un par de veces, aturdido por la repentina llegada de los estímulos sensoriales que le venían a la memoria tras desaparecer su clon de sombras. Mientras que su mirada se mantenía fija en la mujer-serpiente, su cabeza trabajaba a toda velocidad. «Estaban a punto de llegar y Raito-sensei ha activado su Sharingan. Tengo que evitar que me vean o el plan se irá a la mierda. Pero, ¿y si esta condenada bestia intuye que algo va mal y vuelve al agua?»
—Es que... No sé nadar. Me da miedo el agua —se excusó—. ¿Qué tal si vienes tú? Ven a jugar...
Con la actitud de muchachito inocente más tontuna que fue capaz de fingir, Akame se levantó y echó a correr hacia los árboles. Sabía por dónde iban a venir Raito y su alumno, de modo que se aseguró de correr lo suficientemente rápido como para que no llegaran a verle antes de internarse en la arboleda, y de correr en una dirección en la que no se toparía con ellos. Con un poco de suerte, la bestia y sus cazadores se toparían de bruces los unos con los otros.