16/01/2020, 19:15
(Última modificación: 16/01/2020, 19:30 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Y ahí estaba. El ataque que Akame había estado esperando desde que la tierra abriese sus fauces para escupirle. Un remolino de viento y chakra que se precipitaba a toda velocidad sobre él mientras que, a su zaga, la serpiente del Lago de las Ningyos se abalanzaba desde dentro de la grieta para partirle en dos como una tenaza. El corazón le latía a mil, pero su pulso era firme. Su respiración, acompasada. Había hecho jugadas como aquella decenas de veces, y sabía que un error de cálculo —por pequeño que fuese—, un segundo más tarde o más temprano, un paso en falso... Eran una condena a muerte. Y sin embargo, se mantenía tranquilo; porque en ese preciso instante, todo estaba donde él quería.
El Vendaval de Shiona arrasó con el joven Uchiha como si fuese un maldito pelele de entrenamiento. Sin embargo, un instante después su cuerpo se iluminó con un destello característicamente peligroso... Y el kibaku fuda de categoría B que Akame había dejado pegado a la roca por la que se había reemplazado hizo explosión. Si sus cálculos eran correctos, tanto el jutsu de Raito como la detonación del sello impactarían a bocajarro en la condenada serpiente.
Mientras esto sucedía, Akame formaba tres rápidos sellos desde su posición, al otro lado de la fisura creada por su Doton —el contrario a donde se encontraba Daiku, aprendiz de Raito—. Tenía los pies afianzados en el suelo y la vista fija en su antiguo maestro, que en esos momentos caía por el aire en dirección a donde él había estado hacía unos instantes. Si Raito había usado el Legado de Shiona para atacarle, el invocaría a la Furia de Fūjin.
De sus labios saldría disparado un chorro de viento a toda velocidad que buscaría impactar directamente contra el jounin de Uzushio. Akame sabía que éste conocía el Soyokaze no Jutsu, que le permitiría tratar de esquivar su ataque incluso en el aire, y estaba preparado para redirigir el chorrazo de polvo en cuanto su antiguo sensei hiciera amago de desviarse de su trayectoria original.
El Vendaval de Shiona arrasó con el joven Uchiha como si fuese un maldito pelele de entrenamiento. Sin embargo, un instante después su cuerpo se iluminó con un destello característicamente peligroso... Y el kibaku fuda de categoría B que Akame había dejado pegado a la roca por la que se había reemplazado hizo explosión. Si sus cálculos eran correctos, tanto el jutsu de Raito como la detonación del sello impactarían a bocajarro en la condenada serpiente.
Mientras esto sucedía, Akame formaba tres rápidos sellos desde su posición, al otro lado de la fisura creada por su Doton —el contrario a donde se encontraba Daiku, aprendiz de Raito—. Tenía los pies afianzados en el suelo y la vista fija en su antiguo maestro, que en esos momentos caía por el aire en dirección a donde él había estado hacía unos instantes. Si Raito había usado el Legado de Shiona para atacarle, el invocaría a la Furia de Fūjin.
«¡Fūton! ¡Fūjin no Jutsu!»
De sus labios saldría disparado un chorro de viento a toda velocidad que buscaría impactar directamente contra el jounin de Uzushio. Akame sabía que éste conocía el Soyokaze no Jutsu, que le permitiría tratar de esquivar su ataque incluso en el aire, y estaba preparado para redirigir el chorrazo de polvo en cuanto su antiguo sensei hiciera amago de desviarse de su trayectoria original.