16/01/2020, 23:48
Cuando Kisame pasó a un tono amable, el borrachó alzó una ceja. Parpadeó un poco, pero pese a estar extremadamente ebrio, aún estaba medianamente consciente de lo que hacía. ¿Qué tan bueno era eso? Depende de a quién le estuvieras preguntando en ese momento.
—Vamoha veh. Tú perdiste uno, yo...— Extendió ambas manos delante de sí y empezó a contar con cada uno de sus dedos. —Cuatro. CUATRO JODER. ¡Si hasta el número era de mala suerte! Va, yo gano— Bufó como si estuviera compitiendo por demostrar que él la había cagado más. —Además, si no es alcohol, ¿entonces que, eh? Cuando no tienes a donde ir ni hombro en el cuál llorar, ¿que se supone que haga? Al menos la bebida me calienta el pecho— Eructó y luego se tapó la boca.
El tabernero observó por el rabillo del ojo la escena, aunque luego simplemente se propuso servir el pedido de Kisame sin decir mayor palabra. Se trataban de unos simples nachos, acompañados de un tazón con dip de carne molida, frijoles colorados y salsa roja. Dejó el plato y se limitó a volver a su labor de limpiar los vasos.
—En realidad, si hablas de casa, eres tú el que está lejos de ella— El hombre agachó la mirada, poniendo un gesto sombrío. —Lo que pasó, es que confié en quién no debía. Me obligaron a escoger entre una y otra, pero yo quería proteger ambas. Al final, lo perdí todo por eso— De pronto los iris del hombre se posaron hasta su rabillo, dirigiendo su mirar al genin. —Pero aprendí la lección— Giró su cuerpo hasta quedar medianamente de frente, inclinó su cabeza, dejando que sus cabellos quedaran colgando. Parecía tambalearse un poco, pero por alguna razón no parecía ser un efecto secundario del alcohol. —Eres un engreído. Puede que seas listo, pero de nada sirve si eres un engreído— Levantó su dedo índice y apuntó al pecho del de piel blancuzca. —Eres listo por ocultar esa placa bajo la ropa, pero eres tan engreído que menospreciaste a este borracho y dejaste que te tanteara la ropa— Puede que al final de cuentas, aquel moreno no estuviera tan fuera de sí. Aquel momento en el que el exiliado le tomó del cuello para llorar en su pecho, no había sido el simple lamento de un hombre olvidado.
Por un instante se le quedó viendo, y hubo un silencio incómodo hasta que empezó a reír de nuevo. Aunque en el fondo un grupo de amigos procedieron a retirarse tras la revelación que había hecho Kid al aire.
—¿Sabes que es lo peor? Que en el fondo no me arrepiento de haberla cagado. ¿Mi culpa? Por supuesto. ¿Equivocarme? Nada de eso. ¿Aprendí la lección? Depende de cuál estés hablando ¿Hotel? La Bruma Negra— El hombre entonces curvó la espalda hacia atrás y estiró los brazos. —Disfrutemos un poco esta noche, pero luego no te quiero ver en mi nueva casa que recién me he mudado y aún no he acomodado nada— Sin pena alguna, el hombre tomó un nacho y lo aderezó antes de llevárselo a la boca. —Más sabe el viejo que por diablo, y este viejo odioso es ambos— Tomó otro par y continuó engullendo.
—Vamoha veh. Tú perdiste uno, yo...— Extendió ambas manos delante de sí y empezó a contar con cada uno de sus dedos. —Cuatro. CUATRO JODER. ¡Si hasta el número era de mala suerte! Va, yo gano— Bufó como si estuviera compitiendo por demostrar que él la había cagado más. —Además, si no es alcohol, ¿entonces que, eh? Cuando no tienes a donde ir ni hombro en el cuál llorar, ¿que se supone que haga? Al menos la bebida me calienta el pecho— Eructó y luego se tapó la boca.
El tabernero observó por el rabillo del ojo la escena, aunque luego simplemente se propuso servir el pedido de Kisame sin decir mayor palabra. Se trataban de unos simples nachos, acompañados de un tazón con dip de carne molida, frijoles colorados y salsa roja. Dejó el plato y se limitó a volver a su labor de limpiar los vasos.
—En realidad, si hablas de casa, eres tú el que está lejos de ella— El hombre agachó la mirada, poniendo un gesto sombrío. —Lo que pasó, es que confié en quién no debía. Me obligaron a escoger entre una y otra, pero yo quería proteger ambas. Al final, lo perdí todo por eso— De pronto los iris del hombre se posaron hasta su rabillo, dirigiendo su mirar al genin. —Pero aprendí la lección— Giró su cuerpo hasta quedar medianamente de frente, inclinó su cabeza, dejando que sus cabellos quedaran colgando. Parecía tambalearse un poco, pero por alguna razón no parecía ser un efecto secundario del alcohol. —Eres un engreído. Puede que seas listo, pero de nada sirve si eres un engreído— Levantó su dedo índice y apuntó al pecho del de piel blancuzca. —Eres listo por ocultar esa placa bajo la ropa, pero eres tan engreído que menospreciaste a este borracho y dejaste que te tanteara la ropa— Puede que al final de cuentas, aquel moreno no estuviera tan fuera de sí. Aquel momento en el que el exiliado le tomó del cuello para llorar en su pecho, no había sido el simple lamento de un hombre olvidado.
Por un instante se le quedó viendo, y hubo un silencio incómodo hasta que empezó a reír de nuevo. Aunque en el fondo un grupo de amigos procedieron a retirarse tras la revelación que había hecho Kid al aire.
—¿Sabes que es lo peor? Que en el fondo no me arrepiento de haberla cagado. ¿Mi culpa? Por supuesto. ¿Equivocarme? Nada de eso. ¿Aprendí la lección? Depende de cuál estés hablando ¿Hotel? La Bruma Negra— El hombre entonces curvó la espalda hacia atrás y estiró los brazos. —Disfrutemos un poco esta noche, pero luego no te quiero ver en mi nueva casa que recién me he mudado y aún no he acomodado nada— Sin pena alguna, el hombre tomó un nacho y lo aderezó antes de llevárselo a la boca. —Más sabe el viejo que por diablo, y este viejo odioso es ambos— Tomó otro par y continuó engullendo.