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Kazuma dejo a un lado la pata de mono y los documentos: la primera no la iban a necesitar, además de que no era el tipo de cosas que alguien quisiese cerca; mientras que la segunda era digna de ser revisada más tarde, concienzudamente.
Abandonaron su base temporal y se pusieron en camino. El oeste de la ciudad resultaba más agradable que los dos últimos sitios que habían visitado, aunque de todas formas la gente parecía andar con cuidado. No les costó mucho llegar al sector comercial conocido solamente como Látigo, un sitio bastante activo considerando que eran pasada la medianoche. Su caminata, finalmente, les llevo hasta el frente del ansiado local. Estaba bien iluminado y en la parte superior había un gran letrero con el nombre La tuna de oro y con la añadidura de que trabajaban las veinticuatro horas. Los jóvenes se acercarían a la entrada principal, donde les salió al encuentro un sujeto de aspecto intimidante.
—La taquilla para empeñar se encuentra por allá —dijo, interponiéndose en su camino y señalando al otro extremo del edificio.
—Buenas, estamos buscando a Yoshihiro —dijo lacónicamente.
—Ah, ¿sí? ¿y cómo para qué? —pregunto, llevando la mano al bolsillo mientras que otros dos sujetos se colocaban tras de ellos—. Ustedes no son de por aquí, y aquí no nos gustan los forasteros, menos si son ninjas.
—Le buscamos por cuestión de negocios —declaro, manteniéndose calmado—. Hay algo que queremos obtener y él es la persona capaz de proporcionárnoslo.
—Ya… ¿de cuánto estamos hablando? —dijo, bajando un poco la tensión, y poniéndoles a prueba para asegurarse de que la cantidad involucrada fuese lo suficiente para molestar al jefe.
Kazuma le hizo un gesto a Karamaru, era su momento de hablar y de mostrar la pasta.
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Estando ya en movimiento y con objetivos más claros las caminatas por Shinogi-To se hacían más rápidas y amenas. No había que dudar ni que adivinar y tampoco podían planear demasiado porque las situaciones que se podrían llegar a encontrar eran completamente desconocidas. En ese viaje de lo único que se preocupo Karamaru fue en no perder el sobre que llevaba consigo y de forma regular tanteaba con la mano para ver que siga en su sitio.
La recepción que terminaron por encontrar en "La tuna de oro" era de esperar. Para un hombre metido en aquellos turbios asuntos tener seguridad privada era lo mínimo.
— De un beso y un abrazo.— bromeó con una risa algo nerviosa mientras metía la mano en la chaqueta.
— Ah, y supongo que esto irá por si con mi amor no se conforma.
Extendió los billetes para que el guardia los viera de cerca pero Karamaru trataría de no dárselos salvo que la situación se tornara violenta. Prefería entregar en mano y asegurarse de que las cosas se movían como a ambos gennin les convenía.
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El que hacía las veces de guardia vio el fajo de billetes; aguanto la tentación o costumbre de estirar la mano hacia ellos, el muñón que le había quedado por mano a uno de sus primos le recordaba que los ninjas tenían unos reflejos salvajes y que tenían en alta estima el espacio personal. Además, los ojos de la experiencia le decían que aquel era bastante dinero, al menos lo bastante como para tomarles en serio.
—Está bien, pasen —dijo mientras los demás se apartaban—. Y cuando vean al jefe tengan cuidados con las bromas, su sentido del humor es algo… volátil.
—Lo tendremos en cuenta —dijo Kazuma mientras se adentraban en el local.
Fueron conducidos a través varios pisos y pasillos, hasta que llegaron a una oficina ubicada en la parte más profunda del local. En cuanto abrieron la puerta les llego un fuerte olor a tabaco, alcohol y otras sustancias que definitivamente no reconocerían. El sitio estaba lleno de gente de mal aspecto, que les miraron como si hubiesen llegado en mal momento. En el centro, sentado en un gran escritorio estaba un sujeto delgado y de pelo rubio rapado ataviado con cadenas de oro, recostado en una enorme y cómoda silla, disfrutando de un enorme cigarro cuyo humo parecía estarle llevando al país de las maravillas.
—¿Ahora quien coño es? —se quejo mientras se enderezaba y fijaba sus ojos vidriosos en los recién llegados, aunque no les veía bien—. ¿Otro par de carajitos pela bolas? Basta, ¡por favor!
—Jefe, son un par de ninjas y… parecen traer un buen negocio —explico el hombre que los estaba escoltando.
—¡No jodas! ¡La próxima vez comienza por ahí, marico! —reclamo mientras tomaba un pañuelo húmedo para limpiarse el rostro y componerse un poco—. Bueno, muchachos. Yo soy Yoshihiro, pero profesionalmente me conocen como Oriente; y soy el chivo que más mea en este sector, humildemente.
»¿Y ustedes que pintan por aquí? —pregunto mientras volvía a su monstruoso cigarro.
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«Volátil, ¿será eso un desafío? Que divertido es joder con esa gente, aunque me parece que con estos se iría demasiado a la mierda.»
Karamaru entendió el mensaje y pensó en guardarse los chistes para otros momentos. Agradeció el pase con un leve gesto con la cabeza y se adentro en el edificio y su largo recorrido. Por un momento pensó que los estaban mareando, por otro que simplemente los mandaban a lo más profundo para poder cortarlos en pedacitos. No fue ninguna de ambas pero al menos se entretenía imaginando para no prestar atención a su entorno.
— ¿Cómo andas, loco? Venimos por algo importante.— se animó a hablar sin ningún trato especial, tal como él había hecho.
— Pasa lo siguiente. Tengo a las viejas, mi familia, medio hechas mierdas. En cualquier momento empiezan a hacer caput una por una y la realidad es que por más que no tenga mucha relación no da que estiren la pata. Tienen una maldición o que se yo mierda encima que les metió un puto de estos hijos de putas. Los del... del... Velo de Amanozako. Y los venimos buscando hace rato y terminamos llegando hasta acá.
— Por lo que entendemos nosotros vos nos podés mandar con ellos. Tenemos que solucionar esto, que las viejas vuelvan a estar bien, ¿viste? Así que... eso digamos que es básicamente para ser concisos. Tenemos que llegar a estos del Velo de Amanovergas.
Karamaru no emanaba particularmente confianza pero su facilidad para hablar y estirar sus ideas le ayudaba a moverse relativamente bien en la explicación y no caer en la tartamudez que conllevaban los nervios y el miedo.
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—Ya veo…, que mierda —dijo dando una profunda calada.
«No puede ser, entendió todo lo que dijo», pensó Kazuma, conteniendo por poco la risa que deseaba dejar salir.
—Mira: para hablarte claro y raspado, yo no te puedo meter donde los locos esos —declaro, inclinándose hacia adelante y fijando sus enrojecidos ojos en ellos—. Yo lo que tengo es una entrada para uno de sus espectáculos… Ustedes me dirán si les sirve.
—Sera suficiente —acepto Kazuma, sabiendo que la infiltración tendría que ir por su cuenta.
—Fino. Ahora, lo importante: ¿Cuánto hay para eso? —pregunto mostrando que estaba más despejado de lo que parecía.
El muchacho le hizo un gesto a Karamaru para que desembolsará el dinero. Oriente tomo el sobre y lo reviso con mucho cuidado, procediendo luego a contar el dinero. Cuando estuvo satisfecho, les hablo:
—Está completo —dijo, para luego dirigirse a uno de sus hombres—. Busca un beta que dice Amanozako, está en una caja negra en la parte donde guardamos documentos y esas vainas.
Por un instante el hombre se reclino y pareció olvidarse de la presencia de los muchachos, hasta el punto de sacar de una de sus gavetas un pequeño sobre verde y regar su contenido frente a él. Esto produjo una línea delgada de algo que parecía ser harina. A continuación, el sujeto tomo otro papel, haciendo una especie de embudo que se colocó en la nariz, para luego acercarse a la línea y aspirarla con rapidez y violencia.
—¡Mierda, que bueno! —dijo con una amplia sonrisa, como la de quien cata un magnifico vino. Luego reparo en la presencia de ambos ninjas—. Coño, mala mía: yo aquí arrebatándome y ustedes viendo.
»Seguro quieren un poco; no tengan pena: tengo aguijón de raya, cola de zorro, orina de gato y hasta omoide (es escuchado que está bastante de moda)… Naaa, tienen pinta de ser más naturales, como que les va lo hippie. Si es así, también tengo la vieja y confiable maria juana, hierba de la buena.
Mientras decía aquello habría las gavetas y extraía pequeños sobres de distintos colores, el ultimo resulto ser una cajita en cuyo interior parecía haber perejil. La situación resultaba tan incómoda como cuando un vendedor acosaba a un potencial cliente mostrándole toda la mercancía.
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Karamaru entregó rápido el dinero. Se veía al hombre relativamente honesto y predispuesto a cumplir con su parte y por ende no había motivo para complicar las cosas tratando de quedarse algunos billetes para él mismo. En la espera de recibir su parte, y con poco cuidado a la autoridad, la droga salió a escena. Eso demostraba que muy probable que Yoshihiro se pavoneaba con cierta impunidad.
— Prefiero dejar la nieve para el invierno.— respondió de esa manera para dar el aire de que el también consumía, que era cool pero lejos estaba de hacerlo. Sus primos y amigos lo tenían bien entrenado; un poco de alcohol, ok, las drogas, no se tocan.
— ¿Sabés que..?— se animó a cuestionar para ver para qué lado se encaminaba la conversación— Somos shinobi, y lo que andas haciendo no es muy correcto que digamos. Podríamos... sabes... hablar. Tenemos llegada a los Kage incluso. ¿No te importa aunque sea un poquito? Si nosotros dos llegamos tan fácil hasta acá ni me imagino un par de ANBUs. ¿No?
Terminó preguntando a su compañero para ver si le seguía la corriente. Tal vez podían sacar algo más de beneficio de aquel lugar, al menos así ocupaban ese tiempo muerto con algo que podía llegar a ser productivo.
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— Prefiero dejar la nieve para el invierno.— respondió de esa manera para dar el aire de que el también consumía, que era cool pero lejos estaba de hacerlo. Sus primos y amigos lo tenían bien entrenado; un poco de alcohol, ok, las drogas, no se tocan.
—Gracias, pero no consumo: necesito estar despierto —respondió el peliblanco, negándose a la invitación.
—No hay rollo —contesto Oriente mientras continuaba su cata de polvos.
— ¿Sabés que..?— se animó a cuestionar para ver para qué lado se encaminaba la conversación— Somos shinobi, y lo que andas haciendo no es muy correcto que digamos. Podríamos... sabes... hablar. Tenemos llegada a los Kage incluso. ¿No te importa aunque sea un poquito? Si nosotros dos llegamos tan fácil hasta acá ni me imagino un par de ANBUs. ¿No?
Kazuma le miro, sereno, y luego miro al de los polvos, con una expresión oscura.
—Vacila el beta y no te de dejes engañar —argumento mientras se separaba de la mesa para luego limpiarse el rostro con un pañuelo—: yo estoy a la disposición de los ninjas, por eso mismo los recibí. Ellos llegan, quieren algo (información o algún objeto) y se los proporciono. Así no tienen que andar rebuscando en la mugre de los callejones, que ese es mi trabajo. Además, yo no vendo drogas, solo las consumo de manera… recreativa.
—Pareces bastante seguro de tu posición —comento el peliblanco, curioso.
—¡Como la vida misma, chamito! —dijo con una amplia sonrisa—. Claro, puede ser que mañana no este; pero eso sería obra de alguien que quiera mi cotarro, no de un ninja. Esa gente tiene peos más importantes que fastidiar al dueño de una casa de empeños que tiene uno que otro trapito sucio de menor importancia.
»¿Y ustedes que? —pregunto luego—. ¿Como le explicarían a su…. kage que andaban por un sitio de estos, buscando problemas y sin estar de misión? Estoy seguro de que a algún ambu le encantaría escuchar dicha historia la próxima vez que pasase por aquí.
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— Ojalá lo escuchara. Sin ningún problema.— contestó apurado Karamaru confiado de que estaban bajo una causa justa— Lo que van a escuchar es que dos gennins tuvieron las pelotas de meterse en los bajos fondos de Shinogi-To con el fin de ayudar a sus propios familiares.
Había sacado pecho por el orgullo que le llenaba al saber que había hecho que le daban miedo con tal de perseguir al Velo. Si le hubiesen dicho al amejin que se infiltraría en un edificio lleno de maleantes a tan poco de comenzar su carrera no se lo hubiese creído. Menos aún el perseguir a una organización aparentemente criminal y sobrenatural. Él era más de misiones sencillas cuidar niños o cortar el pasto.
— Y estoy seguro que a esos mismos anbu les encantaría obtener información de tu proveedor. Y agradecé que no soy tan culto y no me sé todas las reglas, pero tampoco estoy tan seguro que sea correcta la posesión. ¿Vos tenés alguna idea?— incluyó a su compañero.
Tal vez estaba empujando su suerte demasiado pero Yoshihiro le había dado pie para soltar su lengua sabiendo lo que decía. Si fuese otra la situación no se habría ahorrado de unos cuantos minutos de monólogo que Karamaru soltaría con mucha honra.
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—¡Mierda, chamo! —exclamo maravillado y divertido—. ¿Te han dicho que tienes más bolas que cerebro? Y eso no es un cumplido si se trata de un ninja.
Kazuma tuvo que inclinarse a un lado para contener la risa, de verdad había leído a Karamaru.
—¿Tu también andas en esa? —pregunto al peliblanco, tornándose serio de repente.
—Nosotros no somos la ley: como ves, hoy solo nos interesan nuestros asuntos personales y eso es todo —puntualizo—. Claro, si incordias lo suficiente a alguien como para pagar una misión que sea venir a fastidiarte la semana… Bueno, puede que veas a mi compañero por aquí… A mí no, no es mi jurisdicción.
Aquello ultimo lo aseguro señalando el símbolo de su bandana.
—Siempre estoy atento a no joderle la paciencia a las personas equivocadas —aseguro, con aire de cautela—. ¿Y ustedes?
—Lo mismo, aunque debo admitir que todo esto es un poco nuevo para nosotros —confeso con prisa, pero sin perder la calma, antes de que su compañero pudiese pensar en algo mordaz para decir—. Aun así, definitivamente volveré si necesito algo… difícil de conseguir.
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