16/01/2020, 23:59
Yukari, decidida y con ánimos, sentenció que se pondría manos a la obra, así como que no tardaría mucho en acabar. El Inuzuka afirmó con un gesto seco vertical de cabeza, confirmando la decisión de la mujer. Pronto la esposa del cliente comenzó a laborar, organizando el trastero. Comenzó con los retales, movió varias cajas, sacudió el polvo, limpió el suelo, puso un tapete para Akane, y por último una cama improvisada para Etsu. El proceso no fue para nada rápido, pese al ánimo que la mujer puso en el trabajo. No fueron menos de unas horas, en las que Akane y Etsu trataron de no estorbar demasiado, y ayudaron en tanto como pudieron. La luz era lo único que faltaba en la habitación, y la verdad es que tampoco podía pedir más. Un par de velas sería suficiente para alumbrar el sitio mientras se disponían a dormir o lo que fuese que quisieran hacer previo dormir.
Al final, la mujer aclaró que tendría el resto del día libre, y que podía aprovecharlo en lo que quisiese, ya fuese meditar o tomarse algo por ahí. Sin embargo, no tardó en aclarar que quizás era ella quien debiere meditar, pues todas las emociones vividas en ese día estaban llegando hasta el límite de lo creíble. La mujer se echaría una siesta, así lo confirmó, y terminó por despedirse.
—Muchisimas gracias por todo, Yukari, que descanses. Nosotros también nos echaremos un rato, ha sido un largo viaje...
Etsu miró a Akane, y éste ya había tomado la iniciativa, estrenando su tapete. El can miró a Etsu desde su nueva cama, y bostezó. El Inuzuka no pudo evitar reír, el cabrón le había tomado ventaja. Para cuando la mujer se fue, Etsu también acudió a comprobar la comodidad de su cama.
Total, el mundo no se puede salvar en un solo día.
Al final, la mujer aclaró que tendría el resto del día libre, y que podía aprovecharlo en lo que quisiese, ya fuese meditar o tomarse algo por ahí. Sin embargo, no tardó en aclarar que quizás era ella quien debiere meditar, pues todas las emociones vividas en ese día estaban llegando hasta el límite de lo creíble. La mujer se echaría una siesta, así lo confirmó, y terminó por despedirse.
—Muchisimas gracias por todo, Yukari, que descanses. Nosotros también nos echaremos un rato, ha sido un largo viaje...
Etsu miró a Akane, y éste ya había tomado la iniciativa, estrenando su tapete. El can miró a Etsu desde su nueva cama, y bostezó. El Inuzuka no pudo evitar reír, el cabrón le había tomado ventaja. Para cuando la mujer se fue, Etsu también acudió a comprobar la comodidad de su cama.
Total, el mundo no se puede salvar en un solo día.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~