17/01/2020, 19:45
(Última modificación: 17/01/2020, 19:45 por Aotsuki Ayame.)
Ayame casi podía paladear el miedo de Kodama quien, ciega por la técnica de la kunoichi de Amegakure, ahora retrocedía con inseguridad, aferrada a sus dos espadas eléctricas. Parecía que las tornas se habían girado, y una parte de ella no pudo evitar sentir un culpable y siniestro placer al ver a Kodama tan aterrorizada como lo había estado ella en su presencia durante tantos largos años.
—¡Hija de puta! —Aulló, mientras Ayame giraba lentamente a su alrededor, como un lobo acechando a su presa y preparando el ataque inminente.
Fue entonces cuando lo sintió. Ayame se detuvo en seco, con el corazón encogido, cuando el eco de su réplica, con todos sus recuerdos y sus cortas vivencias, regresó a ella.Se había desvanecido, y con eso...
«¡No! ¡La niña!» Pensó, terriblemente angustiada.
Ni siquiera se lo pensó dos veces. Giró sobre sus talones y abandonó a Kodama, perdida en la niebla y se propulsó hacia delante, corriendo con toda la velocidad que fue capaz hacia Nejima.
—¡Hija de puta! —Aulló, mientras Ayame giraba lentamente a su alrededor, como un lobo acechando a su presa y preparando el ataque inminente.
Fue entonces cuando lo sintió. Ayame se detuvo en seco, con el corazón encogido, cuando el eco de su réplica, con todos sus recuerdos y sus cortas vivencias, regresó a ella.Se había desvanecido, y con eso...
«¡No! ¡La niña!» Pensó, terriblemente angustiada.
Ni siquiera se lo pensó dos veces. Giró sobre sus talones y abandonó a Kodama, perdida en la niebla y se propulsó hacia delante, corriendo con toda la velocidad que fue capaz hacia Nejima.