18/01/2020, 15:22
Daruu y Ayame no habían perdido un instante. Después de regresar con la técnica de teletransporte de su compañero, ambos se dirigieron de forma inmediata al Torreón de la Arashikage. En completo silencio, pues la kunoichi temblaba de los pies a la cabeza después de lo que habían vivido; y, sobre todo, ante la perspectiva de cómo se lo contarían a Amekoro Yui. Hacía un par de horas estaban ambos en sus casas, a salvos, relajados. Dos horas más tarde, ambos habían viajado al otro extremo del continente y habían colaborado con Uchiha Datsue y el Uzukage, habían derrotado y matado a un General, y habían regresado de nuevo.
Se mareaba de sólo pensarlo.
Después de hacer un rápido reporte al recepcionista, que se quedó congelado en el sitio sin saber muy bien cómo reaccionar, los dos subieron en el ascensor hasta la última planta. Fue Daruu quien entró primero, pero ambos se arrodillaron ante su líder prácticamente al unísono.
—Buenos días, Arashikage-sama —añadió Daruu. Ayame, pálida como la cera y con la cabeza gacha, dejó que fuera él quien siguiera hablando—. Venimos a reportar un suceso.
Se mareaba de sólo pensarlo.
Después de hacer un rápido reporte al recepcionista, que se quedó congelado en el sitio sin saber muy bien cómo reaccionar, los dos subieron en el ascensor hasta la última planta. Fue Daruu quien entró primero, pero ambos se arrodillaron ante su líder prácticamente al unísono.
—Buenos días, Arashikage-sama —añadió Daruu. Ayame, pálida como la cera y con la cabeza gacha, dejó que fuera él quien siguiera hablando—. Venimos a reportar un suceso.