19/01/2020, 02:18
—Ayame no está muerta. Aunque hubiese caído, ella puede volar. No moriría por una caída así —aseguró Kōri. Y aunque hablaba la fría certeza, a Daruu le pareció oir un atisbo de preocupación en su voz. Quizás no lo oyó y simplemente lo supo, porque conocía al dúo de hermanos y sabía lo que se apreciaban—. Daruu, necesito que rastrees con tu Byakugan todo. Fuerza tus ojos al máximo, necesitamos que rastrees el bosque de arriba a abajo, hasta donde puedas llegar y más allá. ¿Entendido? —ordenó, sin siquiera mirarlo, antes de volverse hacia Kodama—. Y mientras tanto, tú... Tú nos vas a contar todo lo que ha pasado. Todo lo que sepas. Y lo harás por las buenas, o por las malas. Tú eliges.
—A sus órdenes —asintió Daruu, y se acuclilló al borde del precipicio. Las huellas terminaban ahí al lado. Si Ayame había utilizado sus alas, quizás se encontraba al otro lado del acantilado, aunque no debería estar allí, a todo esto, pues era más allá del corazón del bosque de lo que estaban hablando, y estaba más que prohibido. Por curiosidad, puede ser. Por necesidad, dudaba que se hubiera encaminado en esa dirección. El Hyūga registró con dōjutsu el bosque más allá del foso, no sin cierta curiosidad él mismo, pero apenas era capaz de ver nada: los árboles estaban cada vez más juntos y allá donde su vista penetraba, con otro tronco que se encontraba. Chasqueó la lengua y siguió buscando, esta vez a la izquierda de su posición, siguiendo el borde del precipicio. La lógica dictaba que una vez caída, Ayame podría haber buscado recuperarse con las alas y aterrizar en otro punto dentro de la valla.
—Ya me da igual todo lo que me pase. —Mientras tanto, Kōri iniciaba el interrogatorio a Kodama, que lloraba desconsolada—. Nejima era todo para mí, estaba enamorada de ese puto idiota. Al final se ha buscado su propia muerte. Es el karma. ¡El karma te digo! —Ella misma decidió darse un cabezazo contra el suelo—. Nos contactaron de los Lobos de Azur, un grupo de exiliados que se estaba agrupando en el bosque, formando una familia, o eso decían ellos. Dijeron que nos valorarían por nuestra fuerza. Nosotros estábamos hartos de Yui y de la sociedad shinobi, llevábamos siendo genin demasiado tiempo, se negaban a subirnos a chuunin, y eso que pateábamos el culo a la mitad de graduados fácilmente.
»Al principio, todo muy bien. Llegábamos, sometíamos a los poblados. Éramos clementes con quienes nos juraban lealtad, matábamos al que se negaba. Pero a estos pirados se les empezó a ir la olla. Y Nejima comenzó a ser cada vez más sádico. Los Lobos ya no conquistan. Ahora roban, matan y violan. Incluso a los niños. Yo intenté detener a Nejima, pero él decía que la niña era un mensaje. ¡Un mensaje para quién! ¿¡Un mensaje para que la puta de Yui arrasara con todos nosotros!? ¡¡Podríamos haber fundado una Aldea Ninja!!
—Estás enferma —escupió Daruu—. Kōri-sensei, varios exiliados más se agrupan en torno a una hoguera unos dos kilómetros al este. —Se tomó unos segundos para contestar lo siguiente—: todavía no he visto a Ayame. Pero no está en el fondo del foso. Tampoco está la niña.
"Pero sí que está Nejima." No lo dijo, pero Kodama debió de entenderlo, porque rompió a llorar con todavía más fuerza.
—Antes no he podido hacerlo adecuadamente. Gracias por salvarme la vida, Takeshi —le dijo Ayame al halcón peregrino, que agachó la cabeza mostrándole respeto.
—De nada, mujer. A ver si me voy a tener que dar otro garbeo por allá arriba. Igual se cae alguno más.
Ayame echó un vistazo a los niños. Parecían exactamente igual de aterrorizados que cuando despertó. La niña pelirroja le miraba con ojos llorosos. Aquellos infantes habían perdido a sus padres con una tierna edad. Estaban traumatizados. Y los dioses saben que dicho trauma iba a ser difícil de arrancar.
—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Esperar aquí a que nos encuentren? —cuestionó, mientras miraba a su alrededor, inspeccionando con cuidado el lugar—. ¿Dónde está mi mochila? —Pero se contestó a sí misma en cuanto miró tras de ella. Allí estaba, apoyada en la pared.
—Lo siento, te he robado un trago o dos de agua de la cantimplora —confesó Yokuna—. Espero que no te moleste, pero llevaba un día entero sin beber. Esos bastardos me tienen acorralado. Pensaba que serían menos. Yo no sé cómo han podido dejar marcharse a tantos genin. En mis tiempos de genin la seguridad era más fuerte. —Suspiró—. Respecto al plan, pues... sí. Porque ellos te estarán buscando, si nos ponemos a buscarlos nosotros a ellos lo único que vamos a conseguir es perdernos, y que ellos nos pierdan de vista. Si nos estamos quietos, eventualmente darán con nosotros.
»Además, soy el único aquí capaz de volar solo. Tú tendrías que hacerlo a lomos de Takeshi, y no pienso dejar a esos críos abandonados en una cueva húmeda y fría sin algo de compañía. Están aterrados del pájaro, pero se acostumbrarán. Es cálido y en el fondo es bastante cariñoso.
—Que te den por culo, soy un ave muy noble.
—¿Ahora ser cariñoso te resta nobleza? —se burló Yokuna—. ¿Los pájaros también tienen la masculinidad tan frágil como los hombres?
Takeshi emitió un quejido de protesta, pero no pronunció palabra alguna.
—A sus órdenes —asintió Daruu, y se acuclilló al borde del precipicio. Las huellas terminaban ahí al lado. Si Ayame había utilizado sus alas, quizás se encontraba al otro lado del acantilado, aunque no debería estar allí, a todo esto, pues era más allá del corazón del bosque de lo que estaban hablando, y estaba más que prohibido. Por curiosidad, puede ser. Por necesidad, dudaba que se hubiera encaminado en esa dirección. El Hyūga registró con dōjutsu el bosque más allá del foso, no sin cierta curiosidad él mismo, pero apenas era capaz de ver nada: los árboles estaban cada vez más juntos y allá donde su vista penetraba, con otro tronco que se encontraba. Chasqueó la lengua y siguió buscando, esta vez a la izquierda de su posición, siguiendo el borde del precipicio. La lógica dictaba que una vez caída, Ayame podría haber buscado recuperarse con las alas y aterrizar en otro punto dentro de la valla.
—Ya me da igual todo lo que me pase. —Mientras tanto, Kōri iniciaba el interrogatorio a Kodama, que lloraba desconsolada—. Nejima era todo para mí, estaba enamorada de ese puto idiota. Al final se ha buscado su propia muerte. Es el karma. ¡El karma te digo! —Ella misma decidió darse un cabezazo contra el suelo—. Nos contactaron de los Lobos de Azur, un grupo de exiliados que se estaba agrupando en el bosque, formando una familia, o eso decían ellos. Dijeron que nos valorarían por nuestra fuerza. Nosotros estábamos hartos de Yui y de la sociedad shinobi, llevábamos siendo genin demasiado tiempo, se negaban a subirnos a chuunin, y eso que pateábamos el culo a la mitad de graduados fácilmente.
»Al principio, todo muy bien. Llegábamos, sometíamos a los poblados. Éramos clementes con quienes nos juraban lealtad, matábamos al que se negaba. Pero a estos pirados se les empezó a ir la olla. Y Nejima comenzó a ser cada vez más sádico. Los Lobos ya no conquistan. Ahora roban, matan y violan. Incluso a los niños. Yo intenté detener a Nejima, pero él decía que la niña era un mensaje. ¡Un mensaje para quién! ¿¡Un mensaje para que la puta de Yui arrasara con todos nosotros!? ¡¡Podríamos haber fundado una Aldea Ninja!!
—Estás enferma —escupió Daruu—. Kōri-sensei, varios exiliados más se agrupan en torno a una hoguera unos dos kilómetros al este. —Se tomó unos segundos para contestar lo siguiente—: todavía no he visto a Ayame. Pero no está en el fondo del foso. Tampoco está la niña.
"Pero sí que está Nejima." No lo dijo, pero Kodama debió de entenderlo, porque rompió a llorar con todavía más fuerza.
· · ·
—Antes no he podido hacerlo adecuadamente. Gracias por salvarme la vida, Takeshi —le dijo Ayame al halcón peregrino, que agachó la cabeza mostrándole respeto.
—De nada, mujer. A ver si me voy a tener que dar otro garbeo por allá arriba. Igual se cae alguno más.
Ayame echó un vistazo a los niños. Parecían exactamente igual de aterrorizados que cuando despertó. La niña pelirroja le miraba con ojos llorosos. Aquellos infantes habían perdido a sus padres con una tierna edad. Estaban traumatizados. Y los dioses saben que dicho trauma iba a ser difícil de arrancar.
—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Esperar aquí a que nos encuentren? —cuestionó, mientras miraba a su alrededor, inspeccionando con cuidado el lugar—. ¿Dónde está mi mochila? —Pero se contestó a sí misma en cuanto miró tras de ella. Allí estaba, apoyada en la pared.
—Lo siento, te he robado un trago o dos de agua de la cantimplora —confesó Yokuna—. Espero que no te moleste, pero llevaba un día entero sin beber. Esos bastardos me tienen acorralado. Pensaba que serían menos. Yo no sé cómo han podido dejar marcharse a tantos genin. En mis tiempos de genin la seguridad era más fuerte. —Suspiró—. Respecto al plan, pues... sí. Porque ellos te estarán buscando, si nos ponemos a buscarlos nosotros a ellos lo único que vamos a conseguir es perdernos, y que ellos nos pierdan de vista. Si nos estamos quietos, eventualmente darán con nosotros.
»Además, soy el único aquí capaz de volar solo. Tú tendrías que hacerlo a lomos de Takeshi, y no pienso dejar a esos críos abandonados en una cueva húmeda y fría sin algo de compañía. Están aterrados del pájaro, pero se acostumbrarán. Es cálido y en el fondo es bastante cariñoso.
—Que te den por culo, soy un ave muy noble.
—¿Ahora ser cariñoso te resta nobleza? —se burló Yokuna—. ¿Los pájaros también tienen la masculinidad tan frágil como los hombres?
Takeshi emitió un quejido de protesta, pero no pronunció palabra alguna.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)