19/01/2020, 21:04
Hubo un destello carmesí en la habitación de Amedama Daruu.
El joven cayó en el colchón junto a los tres chiquillos, que gimieron asustados. Daruu se preocupó de que ninguno de ellos había sufrido ningún daño y dibujó una marca de sangre en el cabecero de la cama.
—¿Veis? Os dije que no iba a pasar nada malo —dijo—. Ahora estáis en un lugar seguro.
La niña pelirroja fue la única que habló por primera vez.
—Mis padres no volverán...
Daruu chasqueó la lengua. No se le daba bien tratar con niños, y aquellos habían pasado por algo muy duro.
—Eso es verdad —Daruu se acuclilló junto a ella. Los otros dos sollozaban a cierta distancia. Todavía no se fiaban de nada ni de nadie, aunque no tenían más remedio que hacer lo que aquellos ninjas, que parecían al menos más civilizados que los que habían asesinado a sus padres, les decían—. Y nadie va a poder cambiar eso. Yo perdí a mi padre antes de nacer, y no sé lo que es pasar por lo que estáis pasando. Tengo además la suerte de tener a mi madre. Pero también encontré otras personas a las que considero mi familia. Y los quiero igual. —Daruu acarició la mejilla de la niña y le limpió una lágrima con el dedo índice—. Sé que lo que diga no va a valer para nada, pero tenéis que confiar en Amegakure. Esta Villa será vuestro hogar algún día. Quizás no ahora. Quizás no en mucho tiempo. Pero ahora mismo... —Daruu se levantó y se sacudió las manos—. Ahora mismo estáis a salvo, y os voy a presentar a una persona que os va a encantar, ya veréis. —Daruu abrió la puerta de la habitación—. ¡Seguidme!
Los niños se miraron entre ellos, Chīro asintió a los demás y fue la primera en moverse. Quizás sin la pelirroja los otros dos no estarían tan tranquilos, pensó Daruu. Ella era la que más serena estaba, a pesar de las circunstancias. El shinobi acompañó a los niños al piso de abajo, a la Pastelería de Kiroe-chan, donde tuvo que dar unas cuantas y largas explicaciones.
—Espero que puedas ocuparte de ellos un rato —dijo Daruu, mientras observaba a los niños mordisquear una tableta de chocolate cada uno—. Pobres... te juro que voy a acabar hasta con el último de esos monstruos.
Kiroe suspiró.
—El mundo está lleno de esta gente. Lo mejor que podemos hacer es cumplir con nuestro deber y luego ocuparnos de las víctimas —Kiroe echó un buen vistazo a los chiquillos—. Voy a ver qué puedo hacer para ahorrarles el mal trago de luego. Supongo que alguien tendrá que ocuparse de ellos, y lo último que necesitan ahora mismo es que se presenten aquí cuatro ANBU con sus máscaras y sus espadas y les den otro susto.
—¿Pero me harás el favor de avisar en la Torre de la Arashikage? No te los vas a poder quedar para siempre.
—Lo sé. Intentaré acompañarles yo misma. ¿Te vas ya?
—Mi original necesita el chakra. —El Kage Bunshin de Daruu sonrió, se encogió de hombros y desapareció en una solitaria nube de humo.
Daruu se acuclilló al lado de Ayame.
—Ayame, ¡por favor! ¡Sabes que no estaría así de sereno si pensase que has corrido algún peligro! —dijo—. Venga, no te piques.
—¡Amedama! —llamó Yokuna—. Esa técnica tuya... ¿a dónde te los has llevado, exactamente?
—A mi casa —dijo Daruu, levantándose y dirigiéndose a él—. Con mi madre. Confío en que ella se ocupe de ellos. Ahora están a salvo. Pero necesitaré recuperar algo de chakra, llevar a tanta gente me agota.
Yokuna suspiró.
—Bien. No creo que ellos puedan acceder a esta gruta tan fácilmente, así que necesitamos planear nuestros siguientes movimientos muy bien. Lo ideal sería que Daruu descansara hasta poder localizar algún grupo de exiliados que esté distraído descansando. Entonces nos separaremos en dos grupos.
»Daruu y Kōri irán por un lado. Con el Byakugan, podrán hacer una búsqueda activa de individuos aislados. A no ser que nos puedas prestar un Kage Bunshin.
—Usar la vista telescópica durante más de unos minutos me deja sin poder ver nada bastante tiempo. Será mejor que no lo hagamos así.
—Está bien. entonces, seguimos con el plan. Vosotros dos iréis peinando el bosque, y nosotros dos atacaremos por sorpresa a los grupos distraídos. Si tenéis algún comunicador, mejor. Podremos coordinarnos. No tengo ni idea de cuántos son, pero el otro día me emboscaron diez de ellos.
Daruu se apoyó en una pared y se llevó una mano a la frente.
—Espero que no se nos escape ninguno...
—Lo importante es que acabemos con los cabecillas y causemos suficientes bajas para que dejen de ser los Lobos de Azur y se conviertan, simplemente, en genin descarriados. Sólos. Asustados. Fáciles de cazar.
—Oye, ¿y cómo es que no sabemos cuántos son? —increpó Daruu, de pronto—. ¿No se supone que la aldea tiene un registro de la gente que viene y se va?
El joven cayó en el colchón junto a los tres chiquillos, que gimieron asustados. Daruu se preocupó de que ninguno de ellos había sufrido ningún daño y dibujó una marca de sangre en el cabecero de la cama.
—¿Veis? Os dije que no iba a pasar nada malo —dijo—. Ahora estáis en un lugar seguro.
La niña pelirroja fue la única que habló por primera vez.
—Mis padres no volverán...
Daruu chasqueó la lengua. No se le daba bien tratar con niños, y aquellos habían pasado por algo muy duro.
—Eso es verdad —Daruu se acuclilló junto a ella. Los otros dos sollozaban a cierta distancia. Todavía no se fiaban de nada ni de nadie, aunque no tenían más remedio que hacer lo que aquellos ninjas, que parecían al menos más civilizados que los que habían asesinado a sus padres, les decían—. Y nadie va a poder cambiar eso. Yo perdí a mi padre antes de nacer, y no sé lo que es pasar por lo que estáis pasando. Tengo además la suerte de tener a mi madre. Pero también encontré otras personas a las que considero mi familia. Y los quiero igual. —Daruu acarició la mejilla de la niña y le limpió una lágrima con el dedo índice—. Sé que lo que diga no va a valer para nada, pero tenéis que confiar en Amegakure. Esta Villa será vuestro hogar algún día. Quizás no ahora. Quizás no en mucho tiempo. Pero ahora mismo... —Daruu se levantó y se sacudió las manos—. Ahora mismo estáis a salvo, y os voy a presentar a una persona que os va a encantar, ya veréis. —Daruu abrió la puerta de la habitación—. ¡Seguidme!
Los niños se miraron entre ellos, Chīro asintió a los demás y fue la primera en moverse. Quizás sin la pelirroja los otros dos no estarían tan tranquilos, pensó Daruu. Ella era la que más serena estaba, a pesar de las circunstancias. El shinobi acompañó a los niños al piso de abajo, a la Pastelería de Kiroe-chan, donde tuvo que dar unas cuantas y largas explicaciones.
—Espero que puedas ocuparte de ellos un rato —dijo Daruu, mientras observaba a los niños mordisquear una tableta de chocolate cada uno—. Pobres... te juro que voy a acabar hasta con el último de esos monstruos.
Kiroe suspiró.
—El mundo está lleno de esta gente. Lo mejor que podemos hacer es cumplir con nuestro deber y luego ocuparnos de las víctimas —Kiroe echó un buen vistazo a los chiquillos—. Voy a ver qué puedo hacer para ahorrarles el mal trago de luego. Supongo que alguien tendrá que ocuparse de ellos, y lo último que necesitan ahora mismo es que se presenten aquí cuatro ANBU con sus máscaras y sus espadas y les den otro susto.
—¿Pero me harás el favor de avisar en la Torre de la Arashikage? No te los vas a poder quedar para siempre.
—Lo sé. Intentaré acompañarles yo misma. ¿Te vas ya?
—Mi original necesita el chakra. —El Kage Bunshin de Daruu sonrió, se encogió de hombros y desapareció en una solitaria nube de humo.
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Daruu se acuclilló al lado de Ayame.
—Ayame, ¡por favor! ¡Sabes que no estaría así de sereno si pensase que has corrido algún peligro! —dijo—. Venga, no te piques.
—¡Amedama! —llamó Yokuna—. Esa técnica tuya... ¿a dónde te los has llevado, exactamente?
—A mi casa —dijo Daruu, levantándose y dirigiéndose a él—. Con mi madre. Confío en que ella se ocupe de ellos. Ahora están a salvo. Pero necesitaré recuperar algo de chakra, llevar a tanta gente me agota.
Yokuna suspiró.
—Bien. No creo que ellos puedan acceder a esta gruta tan fácilmente, así que necesitamos planear nuestros siguientes movimientos muy bien. Lo ideal sería que Daruu descansara hasta poder localizar algún grupo de exiliados que esté distraído descansando. Entonces nos separaremos en dos grupos.
»Daruu y Kōri irán por un lado. Con el Byakugan, podrán hacer una búsqueda activa de individuos aislados. A no ser que nos puedas prestar un Kage Bunshin.
—Usar la vista telescópica durante más de unos minutos me deja sin poder ver nada bastante tiempo. Será mejor que no lo hagamos así.
—Está bien. entonces, seguimos con el plan. Vosotros dos iréis peinando el bosque, y nosotros dos atacaremos por sorpresa a los grupos distraídos. Si tenéis algún comunicador, mejor. Podremos coordinarnos. No tengo ni idea de cuántos son, pero el otro día me emboscaron diez de ellos.
Daruu se apoyó en una pared y se llevó una mano a la frente.
—Espero que no se nos escape ninguno...
—Lo importante es que acabemos con los cabecillas y causemos suficientes bajas para que dejen de ser los Lobos de Azur y se conviertan, simplemente, en genin descarriados. Sólos. Asustados. Fáciles de cazar.
—Oye, ¿y cómo es que no sabemos cuántos son? —increpó Daruu, de pronto—. ¿No se supone que la aldea tiene un registro de la gente que viene y se va?