20/01/2020, 01:08
—De hecho, sí que tenemos datos sobre los líderes y algunos genin más que se unieron a la causa —admitió Yokuna—. Los demás o bien son saqueadores sin más, que se unieron a ellos... o gente a la que los cabecillas están empezando a enseñar Ninjutsu básico. El problema no es su fuerza, es su número y que han hecho de este bosque su hogar.
—¿Enseñar Ninjutsu? —dijo Daruu—. Tiene sentido. Hemos matado a una de ellas antes. Decía que el propósito inicial era crear una Aldea Oculta nueva... Nejima y Kodama están muertos, ambos —añadió, intercambiando una significativa mirada con Ayame.
Ella agachó ligeramente la cabeza, sombría.
—Bien —fue todo lo que dijo. Tal y como le había pasado con Nejima, aquella noticia le despertaba sentimientos contradictorios. Y lo odiaba.
Entonces Yokuma anunció que el pez gordo del grupo se trataba de un Uchiha. Uchiha Ōkami.
—¡Oh, genial! ¡Un Uchiha! ¡Mira qué bien! —exclamó Daruu, lleno de sarcasmo.
—Al menos sabemos cómo luchan. No nos pillará desprevenidos. Pero... —intervino Ayame, desde su posición.
—Pero no deja de ser peligroso. Muy peligroso —asintió Kōri—. Recordad: no debéis enfrentarlo a solas. La superioridad numérica es nuestra mejor baza para luchar contra un Uchiha.
Daruu se acercó a Ayame, que le miró con un mohín de disgusto.
—Ayame... lo siento —dijo, tendiéndole la mano para ayudarla a reincorporarse—. Será mejor que estemos en sintonía contra estos cabrones, ¿vale?
—Sí... bueno... vale... —replicó, a regañadientes.
—Ya conocéis la señal de radiofrecuencia —les dijo Kōri, preparando también su comunicador—. Y cuidado con las baterías.
Daruu le expresó a Yokuna una idea de acción: él le iría señalando los objetivos inmóviles, y ellos se encargarían de darles caza. El comunicador sería su medio de comunicación.
—Por mí, bien. ¿Los demás? —preguntó Yokuna.
—A mí nadie me ha preguntado. ¿Yo qué hago, eh? —graznó Takeshi, y Daruu dio un respingo de la sorpresa al comprobar que hablaba—. Bah, ya sé lo que me vas a decir, Yokuna. Conozco esa mirada. La chica puede valerse por sí misma y tú no te desenvuelves bien por el bosque, ñiñiñi . Mensaje recibido.
Y se desvaneció en una nube de humo.
—¿Uh uuh? —ululó el búho nival, girando la cabeza hacia Kōri con sus ojos dorados abiertos como platos y una graciosa cara llena de confusión.
—Tú no, Yukyō —le dijo El Hielo, acariciándole el pico—. Aún te necesitamos.
—¿Tenemos... tenemos que matarlos a todos de verdad? —expresó Ayame. Y al sentir todas las miradas cayendo sobre ella se le encendieron las mejillas. No podía evitarlo, era una idea que le desagradaba por completo. Nunca se acostumbraría a tener las manos manchadas de sangre.
—¿Enseñar Ninjutsu? —dijo Daruu—. Tiene sentido. Hemos matado a una de ellas antes. Decía que el propósito inicial era crear una Aldea Oculta nueva... Nejima y Kodama están muertos, ambos —añadió, intercambiando una significativa mirada con Ayame.
Ella agachó ligeramente la cabeza, sombría.
—Bien —fue todo lo que dijo. Tal y como le había pasado con Nejima, aquella noticia le despertaba sentimientos contradictorios. Y lo odiaba.
Entonces Yokuma anunció que el pez gordo del grupo se trataba de un Uchiha. Uchiha Ōkami.
—¡Oh, genial! ¡Un Uchiha! ¡Mira qué bien! —exclamó Daruu, lleno de sarcasmo.
—Al menos sabemos cómo luchan. No nos pillará desprevenidos. Pero... —intervino Ayame, desde su posición.
—Pero no deja de ser peligroso. Muy peligroso —asintió Kōri—. Recordad: no debéis enfrentarlo a solas. La superioridad numérica es nuestra mejor baza para luchar contra un Uchiha.
Daruu se acercó a Ayame, que le miró con un mohín de disgusto.
—Ayame... lo siento —dijo, tendiéndole la mano para ayudarla a reincorporarse—. Será mejor que estemos en sintonía contra estos cabrones, ¿vale?
—Sí... bueno... vale... —replicó, a regañadientes.
—Ya conocéis la señal de radiofrecuencia —les dijo Kōri, preparando también su comunicador—. Y cuidado con las baterías.
Daruu le expresó a Yokuna una idea de acción: él le iría señalando los objetivos inmóviles, y ellos se encargarían de darles caza. El comunicador sería su medio de comunicación.
—Por mí, bien. ¿Los demás? —preguntó Yokuna.
—A mí nadie me ha preguntado. ¿Yo qué hago, eh? —graznó Takeshi, y Daruu dio un respingo de la sorpresa al comprobar que hablaba—. Bah, ya sé lo que me vas a decir, Yokuna. Conozco esa mirada. La chica puede valerse por sí misma y tú no te desenvuelves bien por el bosque, ñiñiñi . Mensaje recibido.
Y se desvaneció en una nube de humo.
—¿Uh uuh? —ululó el búho nival, girando la cabeza hacia Kōri con sus ojos dorados abiertos como platos y una graciosa cara llena de confusión.
—Tú no, Yukyō —le dijo El Hielo, acariciándole el pico—. Aún te necesitamos.
—¿Tenemos... tenemos que matarlos a todos de verdad? —expresó Ayame. Y al sentir todas las miradas cayendo sobre ella se le encendieron las mejillas. No podía evitarlo, era una idea que le desagradaba por completo. Nunca se acostumbraría a tener las manos manchadas de sangre.