20/01/2020, 02:14
«Primera lección del día: afinar el ojo para las distancias. Tener en cuenta los elementos que nos rodean, y las extensiones de las armas que se blanden en combate»
Aquél sórdido pensamiento inundó su mente cuando contempló la sombra del Gran Dragón haciendo acopio de su cuerpo para levantar a Cometruenos. Se pensó vendido, se creyó derrotado al apenas haber comenzado el combate, más allá de que él se supiese capaz de usar el suika para evitar la letal contundencia de aquél enorme martillo. Porque en un combate cuerpo a cuerpo, licuarse podía considerarse como un comodín de última opción, y eso le tocaba el orgullo. Pero algo sucedió. El arma no acabó de alzarse con la velocidad esperada, ni impactó a Kaido con la fuerza necesaria. El escualo acabó por evitar el golpe con la inercia de su deslice por el hielo, comprobando la compostura de un Ryū que lucía confuso, tratando de comprender qué había pasado. Pero él y Kaido lo sabían. Su herida. Su estado actual. Todo ello hacía un cómputo de realidades que llevaron hasta ese preciso instante, donde...
El sonido del hielo rasgándose mientras los dientes de Nokomizuchi trituraban la superficie, y el brazo de Kaido sosteniendo su mango para detener la velocidad del movimiento y usar la espada como una especie de pico que le permitiría usar la inercia para lanzar su cuerpo hacia Ryū en un giro prodigioso, usando de nuevo la capa de hielo para aumentar la velocidad de movimiento y alzar la espada, al último momento, para tratar de cortar a su oponente al nivel de la pierna, de nuevo.
Si sus cálculos eran correctos, su mentor no iba a poder alzar la espada a tiempo. ¿Y las escamas? primero quería probar si podía crearlas al mismo ritmo que en su combate con Zaide. En caso de que así fuera, ya pensaría otra estrategia luego.
Aquél sórdido pensamiento inundó su mente cuando contempló la sombra del Gran Dragón haciendo acopio de su cuerpo para levantar a Cometruenos. Se pensó vendido, se creyó derrotado al apenas haber comenzado el combate, más allá de que él se supiese capaz de usar el suika para evitar la letal contundencia de aquél enorme martillo. Porque en un combate cuerpo a cuerpo, licuarse podía considerarse como un comodín de última opción, y eso le tocaba el orgullo. Pero algo sucedió. El arma no acabó de alzarse con la velocidad esperada, ni impactó a Kaido con la fuerza necesaria. El escualo acabó por evitar el golpe con la inercia de su deslice por el hielo, comprobando la compostura de un Ryū que lucía confuso, tratando de comprender qué había pasado. Pero él y Kaido lo sabían. Su herida. Su estado actual. Todo ello hacía un cómputo de realidades que llevaron hasta ese preciso instante, donde...
El sonido del hielo rasgándose mientras los dientes de Nokomizuchi trituraban la superficie, y el brazo de Kaido sosteniendo su mango para detener la velocidad del movimiento y usar la espada como una especie de pico que le permitiría usar la inercia para lanzar su cuerpo hacia Ryū en un giro prodigioso, usando de nuevo la capa de hielo para aumentar la velocidad de movimiento y alzar la espada, al último momento, para tratar de cortar a su oponente al nivel de la pierna, de nuevo.
Si sus cálculos eran correctos, su mentor no iba a poder alzar la espada a tiempo. ¿Y las escamas? primero quería probar si podía crearlas al mismo ritmo que en su combate con Zaide. En caso de que así fuera, ya pensaría otra estrategia luego.