20/01/2020, 02:24
Y aunque todos desviaron la mirada hacia Ayame, Daruu y Kōri no dijeron palabra alguna. Fue Yokuna quien rompió el silencio.
—Me llaman el Cazador porque me especializo en rastrear y acabar con exiliados de Amegakure fuera de la aldea —dijo—. Al principio, cuando Yui-sama me enviaba a estas misiones, sentía lo mismo que tú. A veces he tenido que matar a un chiquillo descarriado cuyo crimen consistió en largarse de la Villa sin avisar. No he sentido remordimiento, pero tampoco sentí estar haciendo justicia.
»Pero gente como esta... —Chasqueó la lengua, negó con la cabeza y cerró los ojos—. Los he visto torturar y violar, matar a hombres, mujeres y niños por igual con una sonrisa en el rostro. Los he visto relamerse con la sangre de sus víctimas. Matar a esta gente es hacer justicia.
—Basta, he oído suficiente —espetó Daruu, rojo de ira, y activó de nuevo su Byakugan. Levantó la vista al cielo y comenzó a rastrear—. Vais a tener suerte. Hace un rato, detecté a varios de ellos alrededor de una hoguera. Dos kilómetros al este de aquí, quizás un poco más. Muy cerca del borde del precipicio, unos veinte metros hacia el exterior del bosque. Siguen ahí. Hay alguno dormido, y sus chakras no son poderosos. Tienen pinta de enclenques. A todas luces una presa fácil.
»Vámonos, sensei, hacia el oeste. No puedo usar la visión telescópica continuamente, pero lo haré a intervalos y podremos cazarlos poco a poco —Se rascó la barbilla, pensativo—. Quizás podría invocar a algunos gatos para que nos ayuden a rastrear... no tienen tan buen olfato como los perros, pero...
—Oh, ¿tú también sabes invocar, Amedama? Como recomendación personal... te recomiendo que reserves el chakra para pelear y para usar tu dōjutsu. Por muy bien que pudieran rastrear, el Byakugan puede ver hasta... ¿cuánto, dos, tres kilómetros?
—Cinco y medio —contestó Daruu, orgulloso.
»¿Nos vamos? —Miró a Kōri.
—Me llaman el Cazador porque me especializo en rastrear y acabar con exiliados de Amegakure fuera de la aldea —dijo—. Al principio, cuando Yui-sama me enviaba a estas misiones, sentía lo mismo que tú. A veces he tenido que matar a un chiquillo descarriado cuyo crimen consistió en largarse de la Villa sin avisar. No he sentido remordimiento, pero tampoco sentí estar haciendo justicia.
»Pero gente como esta... —Chasqueó la lengua, negó con la cabeza y cerró los ojos—. Los he visto torturar y violar, matar a hombres, mujeres y niños por igual con una sonrisa en el rostro. Los he visto relamerse con la sangre de sus víctimas. Matar a esta gente es hacer justicia.
—Basta, he oído suficiente —espetó Daruu, rojo de ira, y activó de nuevo su Byakugan. Levantó la vista al cielo y comenzó a rastrear—. Vais a tener suerte. Hace un rato, detecté a varios de ellos alrededor de una hoguera. Dos kilómetros al este de aquí, quizás un poco más. Muy cerca del borde del precipicio, unos veinte metros hacia el exterior del bosque. Siguen ahí. Hay alguno dormido, y sus chakras no son poderosos. Tienen pinta de enclenques. A todas luces una presa fácil.
»Vámonos, sensei, hacia el oeste. No puedo usar la visión telescópica continuamente, pero lo haré a intervalos y podremos cazarlos poco a poco —Se rascó la barbilla, pensativo—. Quizás podría invocar a algunos gatos para que nos ayuden a rastrear... no tienen tan buen olfato como los perros, pero...
—Oh, ¿tú también sabes invocar, Amedama? Como recomendación personal... te recomiendo que reserves el chakra para pelear y para usar tu dōjutsu. Por muy bien que pudieran rastrear, el Byakugan puede ver hasta... ¿cuánto, dos, tres kilómetros?
—Cinco y medio —contestó Daruu, orgulloso.
»¿Nos vamos? —Miró a Kōri.