20/01/2020, 20:21
Yokuna terminó de desengancharse el pergamino y lo extendió sobre el suelo. Para estupefacción de Ayame, podía entender a la perfección su contenido: eran nombres, nombres desconocidos para ella (a excepción del de Amatsu Yokuna) escritos con sangre. De hecho, justo después de la firma de este había dos más. Los últimos que habían firmado el pacto.
—Nada más llegar, te estabas preocupando ya por los niños —respondió con simpleza—. Pareces buena persona y antes te he visto acariciando al búho de tu hermano. Te acabas de compadecer de Takeshi, que solo estaba bromeando. Así que sé que tratarás bien a estos animales, y que ya tienes experiencia con aves similares. Tu padre y tu hermano tienen pactos firmados con sendas familias de rapaces. Esas alas de agua me han recordado a algo que vas a ver muy pronto.
«¿Algo que voy a ver muy pronto?» Se quedó con las ganas de preguntar.
—Hay maestros del pergamino del pacto que son muy recelosos con quiénes firman, pero a mí me bastan un par de buenas razones y una pequeña corazonada. Bueno, ¿quieres o no? —La apremió—. Te recuerdo que tenemos prisa.
¿Que si quería? ¡Llevaba esperando ese momento mucho tiempo!
—¡S... sí! —exclamó Ayame, arrodillándose junto al pergamino—. Entonces... ¿basta con que escriba con sangre mi nombre en este pergamino y ya está? —preguntó. Si era así, no era algo muy diferente a lo que hacía ya con las marcas de sangre. Así que se llevó el dedo pulgar a la boca, perforó ligeramente la piel con uno de sus colmillos y firmó con la sangre que manaba:
—Nada más llegar, te estabas preocupando ya por los niños —respondió con simpleza—. Pareces buena persona y antes te he visto acariciando al búho de tu hermano. Te acabas de compadecer de Takeshi, que solo estaba bromeando. Así que sé que tratarás bien a estos animales, y que ya tienes experiencia con aves similares. Tu padre y tu hermano tienen pactos firmados con sendas familias de rapaces. Esas alas de agua me han recordado a algo que vas a ver muy pronto.
«¿Algo que voy a ver muy pronto?» Se quedó con las ganas de preguntar.
—Hay maestros del pergamino del pacto que son muy recelosos con quiénes firman, pero a mí me bastan un par de buenas razones y una pequeña corazonada. Bueno, ¿quieres o no? —La apremió—. Te recuerdo que tenemos prisa.
¿Que si quería? ¡Llevaba esperando ese momento mucho tiempo!
—¡S... sí! —exclamó Ayame, arrodillándose junto al pergamino—. Entonces... ¿basta con que escriba con sangre mi nombre en este pergamino y ya está? —preguntó. Si era así, no era algo muy diferente a lo que hacía ya con las marcas de sangre. Así que se llevó el dedo pulgar a la boca, perforó ligeramente la piel con uno de sus colmillos y firmó con la sangre que manaba:
Aotsuki Ayame