21/01/2020, 03:11
Kazuma había terminado su bebida y se sentía más despierto y animado, por lo que decidió emprender camino hacia el despacho de la maestra titiritera. En un principio lo más educado había sido solicitar una entrevista, pues él no era ninguna figura como para llegar sin preaviso. Quizás por eso mismo no le sorprendió la serie de negativas, aunque si le preocuparon un poco.
«La situación es clara: debo ir en persona, pues luego de varias cartas no seré sorpresivo», pensó aceptando, simultáneamente, que de momento no tenía otra opción.
Sin embargo, su propósito se vio desviado por un alboroto en medio de la calle. Al parecer se trataba de un intento de robo bastante osado. La carrosa estaba volteada y una mujer que parecía ser tripulante lucia muy alterada. Curioso, se acercó a donde estaba la guardia de la ciudad y pudo escuchar algo de unos encapuchados que habían huido con algo importante y de una compañera que se fue tras ellos. El asunto era prometedor; pero la guardia de la ciudad le hizo retroceder, además de que tenía cosas que hacer. Para evitar el tumulto decidió tomar un desvió a través de los callejones; sin embargo, algo inesperado le freno.
«Interesante», pensó en cuanto vio dos encapuchados tratando de esconderse en un pasaje.
Se acercó a ellos sin otra intención que ver de qué se trataba, aunque por lo que sabía podía intuir que se trataba de los mentados ladrones.
—¿Qué miras mequetrefe? ¿Quieres que te raje? —pregunto uno al notar su cercanía.
Kazuma era del tipo que no juzgaba las acciones o motivos de los demás, de suerte que aquellos ladrones le serian indiferentes. Pero cometieron el error de amenazarle, lo cual le parecía una tremenda tontería dadas sus condiciones: uno con una herida en la mano que sangraba profusamente y el otro con alguna herida que le impedía incorporarse. Lo cierto es que le daban un poco de lastima, pero la hostilidad recibida le hacía imposible quedarse solo como espectador. Decidió entregarlos a las autoridades… Por supuesto, ambos sujetos se resistieron; pero no estaban en condiciones de defenderse contra unos cuantos golpes de su espada de madera.
«Ahora, ¿por dónde fue que llegue?», se preguntó mientras miraba a un lado y otro, escogiendo un camino casi por azar.
Con la fuerza de la que disponía y una serenidad hasta amable, comenzó a arrastrar a ambos sujetos. Fue en aquel momento que Takumi y la mujer llegarían al cruce y no verían a los ladrones que allí habían dejado. De hecho, estarían por otro callejón distinto pero visible, siendo arrastrados hacia las sombras por un sujeto peliblanco que parecía estarles rescatando descaradamente.
«La situación es clara: debo ir en persona, pues luego de varias cartas no seré sorpresivo», pensó aceptando, simultáneamente, que de momento no tenía otra opción.
Sin embargo, su propósito se vio desviado por un alboroto en medio de la calle. Al parecer se trataba de un intento de robo bastante osado. La carrosa estaba volteada y una mujer que parecía ser tripulante lucia muy alterada. Curioso, se acercó a donde estaba la guardia de la ciudad y pudo escuchar algo de unos encapuchados que habían huido con algo importante y de una compañera que se fue tras ellos. El asunto era prometedor; pero la guardia de la ciudad le hizo retroceder, además de que tenía cosas que hacer. Para evitar el tumulto decidió tomar un desvió a través de los callejones; sin embargo, algo inesperado le freno.
«Interesante», pensó en cuanto vio dos encapuchados tratando de esconderse en un pasaje.
Se acercó a ellos sin otra intención que ver de qué se trataba, aunque por lo que sabía podía intuir que se trataba de los mentados ladrones.
—¿Qué miras mequetrefe? ¿Quieres que te raje? —pregunto uno al notar su cercanía.
Kazuma era del tipo que no juzgaba las acciones o motivos de los demás, de suerte que aquellos ladrones le serian indiferentes. Pero cometieron el error de amenazarle, lo cual le parecía una tremenda tontería dadas sus condiciones: uno con una herida en la mano que sangraba profusamente y el otro con alguna herida que le impedía incorporarse. Lo cierto es que le daban un poco de lastima, pero la hostilidad recibida le hacía imposible quedarse solo como espectador. Decidió entregarlos a las autoridades… Por supuesto, ambos sujetos se resistieron; pero no estaban en condiciones de defenderse contra unos cuantos golpes de su espada de madera.
«Ahora, ¿por dónde fue que llegue?», se preguntó mientras miraba a un lado y otro, escogiendo un camino casi por azar.
Con la fuerza de la que disponía y una serenidad hasta amable, comenzó a arrastrar a ambos sujetos. Fue en aquel momento que Takumi y la mujer llegarían al cruce y no verían a los ladrones que allí habían dejado. De hecho, estarían por otro callejón distinto pero visible, siendo arrastrados hacia las sombras por un sujeto peliblanco que parecía estarles rescatando descaradamente.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)