21/01/2020, 10:56
Silencioso y letal como un ave de presa. Kōri no era tan rápido como su hermana pequeña, pero cada movimiento estaba calculado con una precisión milimétrica. No se andaba con rodeos, ni con florituras, sus ataques iban directos a causar una muerte directa, sin sufrimientos añadidos. Saltó desde su escondite, sobre el tejado de la caseta de madera, y cayó sobre la primera de sus presas, hundiendo su filo de hielo en su cuello. Esquivó el filo de la espada de uno de los exiliados, que pasó por encima de su cabeza silbando. Lo tenía donde quería. Sus manos se entrelazaron a toda velocidad y la humedad del aire se condensó rápidamente en una docena de agujas de hielo que atravesaron a su atacante desde todas direcciones. Mientras tanto, Daruu estaba lidiando con el último de los exiliado que quedaba en pie. Este le había arrojado una bola de fuego a la cara, casi a bocajarro. Su pupilo fue lo suficientemente rápido como para envolver una de sus Intangibles en rayos y protegerse del ataque, seccionándolo por la mitad. Kōri apareció en apenas un parpadeo tras el enemigo y atravesó su pecho limpiamente con una espada hecha enteramente de hielo.
La contienda parecía haber terminado, por el momento.
—Bien hecho.
La contienda parecía haber terminado, por el momento.
—Bien hecho.