21/01/2020, 19:30
Salvar al Guardián de Uzushiogakure. Yui escuchó a Ayame, y la respuesta no terminó de llegarle. No terminó de cruzar la tormenta que eran sus ojos para llegar hasta su corazón. No terminó, en definitiva, de convencerla de que semejante riesgo fuese aceptable. Paradójicamente, si hubiese estado Shanise allí hubiese sido peor. Ella habría visto en aquel movimiento un fallo de estrategia brutal, un posible jaque de los Generales a la Alianza por semejante imprudencia. Y paradójicamente también, para suerte de Ayame, Shanise no estaba allí.
No pudo sino alzar una ceja, francamente impresionada, cuando Daruu desveló que el General había caído por una de las técnicas de voz de Ayame. Y que además, aquello había sido… personal.
¿Lo había sido?
—Sí... —Pues no lo parecía. Por su forma de cerrar los ojos, de evitar su mirada, del tono de su voz…—. Aunque ojalá hubiese sido Kuroyuki...
Yui estampó una mano sobre la mesa. Los documentos volvieron a saltar de la inercia y un par de ellos incluso cayeron al suelo balanceándose en el aire como la hoja de un árbol en otoño.
—¡Maldita sea, Ayame! —exclamó, enfadada—. Hace menos de un mes que te dije que lustrases tu voluntad, que creyeses en ti misma, y que te ascendí a chūnin. Pero, mírate, ¡vales para mucho más que eso!
Oh, sí. Yui estaba enfadada. Pero no estaba enfadada porque Ayame se hubiese tirado de cabeza contra un General. No estaba enfadada porque hubiese actuado con temeridad. Sino porque…
—Francamente, Ayame, eres una de las kunoichis más poderosas que tiene Amegakure no Sato. Sin tapujos lo digo. Y aunque acabas de ser recién ascendida, estás haciendo muchos números para aspirar a algo más. Pero un jōnin de Amegakure no Sato no tiene miedo a decir lo que piensa. Un jōnin de Amegakure no Sato jamás teme a llamar a las cosas por su nombre.
… sino porque Ayame no había sido clara. No había hablado con franqueza. Y lo peor de todo, se había dejado influenciar por Daruu para decir algo que no sentía.
Suspiró, y el vendaval que eran sus ojos pareció salir por su boca, relajándola. Hizo un gesto con la mano, para restarle importancia. Habían matado a un jodido General. No era el día de broncas, ni aún cuando estas escondiesen halagos velados. Por mucho que tuviese fama de dura e implacable, estaba muy orgullosa de ellos. De lo que se estaban convirtiendo.
—Daruu, en la próxima reunión que mantenga con la Alianza pienso recomendar tu inmediata incorporación a los Protectores del Pacto. Y con recomendar me refiero a que yo hablaré, el resto asentirá, y asunto arreglado. Les vendrá bien alguien con verdadera experiencia asesinado Generales. Y tanto tus ojos como tus marcas de sangre serían de tremenda utilidad. Eres el mejor posicionado para rastrear, investigar, y ejecutar a esos hijos de puta. Y también para proteger a los Guardianes. Así que ese es tu lugar.
»Ayame, la próxima vez que Datsue avise, te vienes para aquí. Deja una marca de sangre en la misma entrada del edificio, si hace falta. Y enviaremos refuerzos inmediatos a través de vuestra técnica. ¡Yo misma iré, si hace falta! ¡Juntas! —exclamó con ímpetu. Luego se encogió de hombros—. Juré proteger a ese cabronazo, y no me importaría cortar las cabezas de unos cuantos Generales.
»Bien, pues ahora os vais a un despacho y me redactáis un informe completo de todo lo ocurrido y los detalles que sepáis de ese General. Mientras tanto yo haré una llamada al viejo. —O mucho se temía que, de no informar inmediatamente de lo ocurrido, una de las cláusulas del Vínculo de Sangre saltase. Concretamente la del segundo punto. Y no tenía ganas de morir, al menos no tan estúpidamente—. Nos vemos en la puertas del edificio en diez minutos —añadió, por sorpresa, antes de sentarse de nuevo y descolgar el teléfono.
No pudo sino alzar una ceja, francamente impresionada, cuando Daruu desveló que el General había caído por una de las técnicas de voz de Ayame. Y que además, aquello había sido… personal.
¿Lo había sido?
—Sí... —Pues no lo parecía. Por su forma de cerrar los ojos, de evitar su mirada, del tono de su voz…—. Aunque ojalá hubiese sido Kuroyuki...
Yui estampó una mano sobre la mesa. Los documentos volvieron a saltar de la inercia y un par de ellos incluso cayeron al suelo balanceándose en el aire como la hoja de un árbol en otoño.
—¡Maldita sea, Ayame! —exclamó, enfadada—. Hace menos de un mes que te dije que lustrases tu voluntad, que creyeses en ti misma, y que te ascendí a chūnin. Pero, mírate, ¡vales para mucho más que eso!
Oh, sí. Yui estaba enfadada. Pero no estaba enfadada porque Ayame se hubiese tirado de cabeza contra un General. No estaba enfadada porque hubiese actuado con temeridad. Sino porque…
—Francamente, Ayame, eres una de las kunoichis más poderosas que tiene Amegakure no Sato. Sin tapujos lo digo. Y aunque acabas de ser recién ascendida, estás haciendo muchos números para aspirar a algo más. Pero un jōnin de Amegakure no Sato no tiene miedo a decir lo que piensa. Un jōnin de Amegakure no Sato jamás teme a llamar a las cosas por su nombre.
… sino porque Ayame no había sido clara. No había hablado con franqueza. Y lo peor de todo, se había dejado influenciar por Daruu para decir algo que no sentía.
Suspiró, y el vendaval que eran sus ojos pareció salir por su boca, relajándola. Hizo un gesto con la mano, para restarle importancia. Habían matado a un jodido General. No era el día de broncas, ni aún cuando estas escondiesen halagos velados. Por mucho que tuviese fama de dura e implacable, estaba muy orgullosa de ellos. De lo que se estaban convirtiendo.
—Daruu, en la próxima reunión que mantenga con la Alianza pienso recomendar tu inmediata incorporación a los Protectores del Pacto. Y con recomendar me refiero a que yo hablaré, el resto asentirá, y asunto arreglado. Les vendrá bien alguien con verdadera experiencia asesinado Generales. Y tanto tus ojos como tus marcas de sangre serían de tremenda utilidad. Eres el mejor posicionado para rastrear, investigar, y ejecutar a esos hijos de puta. Y también para proteger a los Guardianes. Así que ese es tu lugar.
»Ayame, la próxima vez que Datsue avise, te vienes para aquí. Deja una marca de sangre en la misma entrada del edificio, si hace falta. Y enviaremos refuerzos inmediatos a través de vuestra técnica. ¡Yo misma iré, si hace falta! ¡Juntas! —exclamó con ímpetu. Luego se encogió de hombros—. Juré proteger a ese cabronazo, y no me importaría cortar las cabezas de unos cuantos Generales.
»Bien, pues ahora os vais a un despacho y me redactáis un informe completo de todo lo ocurrido y los detalles que sepáis de ese General. Mientras tanto yo haré una llamada al viejo. —O mucho se temía que, de no informar inmediatamente de lo ocurrido, una de las cláusulas del Vínculo de Sangre saltase. Concretamente la del segundo punto. Y no tenía ganas de morir, al menos no tan estúpidamente—. Nos vemos en la puertas del edificio en diez minutos —añadió, por sorpresa, antes de sentarse de nuevo y descolgar el teléfono.