21/01/2020, 21:04
Daruu inclinó la cabeza como respuesta y su espada volvió a chisporrotear cuando dejó que la energía eléctrica la recubriera de nuevo. Entraron juntos en la caseta, con Daruu a la vanguardia para iluminar el camino con su improvisada linterna. Lo que encontraron no fue más que la máxima definición de sobriedad: una sola cama, una mesita en la que se guardaban mudas de ropa y Kōri descubrió varias herramientas de cazador cuando abrió un armario. Aquel lugar debía de haber sido sólo el refugio temporal de alguien... Hasta que llegaron los exiliados, a juzgar por las sábanas manchadas de sangre. No había rastro alguno de ningún cadáver.
—Esto es una locura —habló Daruu—. Lo que está haciendo esta gente es peor que lo del libro de aquella loca.
—No hay peor o mejor para estas cosas —replicó Kōri, aparentemente tan calmado como siempre.
Pero Daruu le conocía lo suficiente como para saber que escondía un profundo asco debajo de aquella máscara de neutralidad e insensibilidad.
—Continuemos.
—Esto es una locura —habló Daruu—. Lo que está haciendo esta gente es peor que lo del libro de aquella loca.
—No hay peor o mejor para estas cosas —replicó Kōri, aparentemente tan calmado como siempre.
Pero Daruu le conocía lo suficiente como para saber que escondía un profundo asco debajo de aquella máscara de neutralidad e insensibilidad.
—Continuemos.