22/01/2020, 13:59
Akame decidió esperar, claro. Estaba agotado del largo viaje, del combate contra Raito y su alumno, de los acertijos de Shikage y del uso que había estado haciendo de su Mangekyo durante los últimos dos meses. El ojo izquierdo le seguía doliendo de tanto en tanto, un pinchazo agudo y local que no hacía sino presagiar lo que Zaide le había advertido: que la maldición de su clan era inevitablemente perder la vista por el abuso de semejante poder. Así que, con tantas cosas en la cabeza y tantos pensamientos por ordenar, el muchacho decidió hacer acopio de paciencia y descansar hasta que Kyuutsuki se dignara a asomarse por allí.
Mientras reposaba tumbado en su cama, pensaba. Por mucho que había estado intentando tomar las riendas, agarrar el toro por los cuernos y convertirse en el dueño de su destino, cada vez más tenía la sensación de que todo escapaba a su control. De que no era capaz de gobernar su vida. Aquello le creaba una gran angustia que estaba empezando a afectarle en su psicología; era como intentar atrapar una ráfaga de viento con las manos... Una tarea imposible.
Mientras reposaba tumbado en su cama, pensaba. Por mucho que había estado intentando tomar las riendas, agarrar el toro por los cuernos y convertirse en el dueño de su destino, cada vez más tenía la sensación de que todo escapaba a su control. De que no era capaz de gobernar su vida. Aquello le creaba una gran angustia que estaba empezando a afectarle en su psicología; era como intentar atrapar una ráfaga de viento con las manos... Una tarea imposible.