22/01/2020, 19:55
Yui dejó el teléfono descolgado, a mitad de camino de marcar los números, sorprendida de que Ayame siguiese en el sitio. Aunque no se le notó en el rostro, sonrió para sus adentros.
Entonces, oyó lo que, si hacía memoria, ya había oído unas cuantas veces. La técnica de teletransporte consumía mucha energía. Demasiada. Ayame misma, cuando se había enfrentado a las Náyades, había hecho tres usos de una tacada y había quedado para el arrastre. Lo recordaba por el informe de la misión: dos usos para venir —uno de ella y su clon—, y otro para volver a por Daruu.
—Lo entiendo —frunció el ceño por unos instantes, meditativa—. Pero harás así igualmente —decidió al final—. Mira, si Datsue vuelve a necesitar ayuda, que la pida cuando corresponda, y que no espera hasta el último momento para ver si puede llevarse todas las medallitas. No pienso exponerte de esa manera contra los Generales, Ayame. Además, pensad, coño. —Parecía mentira que tuviese que hacerlo ella—. ¿No era que los bijuus podían comunicarse entre ellos? Quizá el Gobi o el Ichibi le dijeron a Kurama lo que sucedió. —Con esos monstruos nunca se sabía—. O quizá al conceder su chakra a los Generales también puede ver lo que les sucede. Eso significaría que hay altas probabilidades de que ya sepa que podéis acudir en su ayuda al instante. Y los bijuus serán animales sin escrúpulos y jodidos monstruos, pero Kurama al menos está demostrando que también sabe pensar. La próxima vez que vaya a por Datsue, contará con vosotros. Y, por tanto, será una jodida trampa.
»No, ni hablar. Se hará a mi manera. Ah —recordó de pronto—, y la próxima vez cuento con que me contéis detalles tan importantes como que podéis comunicaros a distancia con el jinchuuriki de Uzu... de manera inmediata. —Sonrió, y en aquella ocasión su sonrisa no transmitía muy buenas vibraciones.
Lo había dejado pasar por la gran noticia, pero no, no le había hecho ninguna gracia que se guardasen aquel secretito hasta aquel día.
Entonces, oyó lo que, si hacía memoria, ya había oído unas cuantas veces. La técnica de teletransporte consumía mucha energía. Demasiada. Ayame misma, cuando se había enfrentado a las Náyades, había hecho tres usos de una tacada y había quedado para el arrastre. Lo recordaba por el informe de la misión: dos usos para venir —uno de ella y su clon—, y otro para volver a por Daruu.
—Lo entiendo —frunció el ceño por unos instantes, meditativa—. Pero harás así igualmente —decidió al final—. Mira, si Datsue vuelve a necesitar ayuda, que la pida cuando corresponda, y que no espera hasta el último momento para ver si puede llevarse todas las medallitas. No pienso exponerte de esa manera contra los Generales, Ayame. Además, pensad, coño. —Parecía mentira que tuviese que hacerlo ella—. ¿No era que los bijuus podían comunicarse entre ellos? Quizá el Gobi o el Ichibi le dijeron a Kurama lo que sucedió. —Con esos monstruos nunca se sabía—. O quizá al conceder su chakra a los Generales también puede ver lo que les sucede. Eso significaría que hay altas probabilidades de que ya sepa que podéis acudir en su ayuda al instante. Y los bijuus serán animales sin escrúpulos y jodidos monstruos, pero Kurama al menos está demostrando que también sabe pensar. La próxima vez que vaya a por Datsue, contará con vosotros. Y, por tanto, será una jodida trampa.
»No, ni hablar. Se hará a mi manera. Ah —recordó de pronto—, y la próxima vez cuento con que me contéis detalles tan importantes como que podéis comunicaros a distancia con el jinchuuriki de Uzu... de manera inmediata. —Sonrió, y en aquella ocasión su sonrisa no transmitía muy buenas vibraciones.
Lo había dejado pasar por la gran noticia, pero no, no le había hecho ninguna gracia que se guardasen aquel secretito hasta aquel día.