23/01/2020, 16:02
(Última modificación: 23/01/2020, 19:19 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Diez minutos más tarde (Ayame ocupó el tiempo dibujando su marca de sangre en la pared de la torre, tal y como le había sido ordenado), y con los ánimos ya más calmados, las puertas de torre volvieron a abrirse una vez más. Amekoro Yui en persona salió por estas y apoyó la mano sobre los hombros de Daruu y Ayame. Sus dedos se cerraron afectuosamente. Tan afectuosa cómo podía ser una pinza de acero. Ayame gimió para sus adentros, con los ojos anegados de lágrimas por el dolor, y tuvo que hacer acopio de toda su voluntad para no tirarse al suelo chillando.
—Bueno, ya sabéis lo que toca, ¿no?No se mata a un General y uno se va a echar la siesta.
A Ayame se le aceleró el corazón. ¿Les estaba proponiendo un ent...?
—¡Hoy os vais de juerga con la Arashikage, coño! ¡A celebrarlo!
—Q... ¡¿QUÉ?!
Varias horas más tarde se encontraban los tres en un conocido garito del Distrito Comercial. Aquello fue lo peor que había vivido nunca. Cegada por brillantes luces de neón de todos los colores, ensordecida por música tan alta que retumbaba en su pecho, multitud de gente moviéndose y bailando de aquí para allá como pollos sin cabeza... ¡Qué demonios! ¡¿A aquello lo llamaban música?! Por no hablar de todo el alcohol que la rodeaba. Para alguien como ella, que prefería la calma y el silencio, aquel era el peor infierno en el que podían encerrarla.
«¿A esto llaman los humanos diversión?»
Ayame chasqueó la lengua, como única respuesta a la pregunta de Kokuō.
Pero era ella la que parecía ser la única que lo estaba pasando tan mal. Amekoro Yui, frente a ellos, ya había vaciado unas tres copas y varias botellas. Y Daruu, bueno...
La pobre kunoichi, aferrada a su refresco de naranja con gesto sombrío y cara de pocos amigos, se arrebujó aún más en el sofá de cuero, como si quisiera fundirse con él.
—¡Entoncesh! ¡Contadme en qué condicionesh eshtaba Hanabi, que no me quedó claro! —preguntó por décima vez una ebria Arashikage, pese a que los chicos ya le habían ilustrado, con pelos y señales, aquella cuestión. Parecía que era lo único que le importaba de su encuentro con el General—. ¡Cuando le chalvashteish el culo!
«Qué vergüenza... Necesito salir de aquí...»
—Bueno, ya sabéis lo que toca, ¿no?No se mata a un General y uno se va a echar la siesta.
A Ayame se le aceleró el corazón. ¿Les estaba proponiendo un ent...?
—¡Hoy os vais de juerga con la Arashikage, coño! ¡A celebrarlo!
—Q... ¡¿QUÉ?!
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Varias horas más tarde se encontraban los tres en un conocido garito del Distrito Comercial. Aquello fue lo peor que había vivido nunca. Cegada por brillantes luces de neón de todos los colores, ensordecida por música tan alta que retumbaba en su pecho, multitud de gente moviéndose y bailando de aquí para allá como pollos sin cabeza... ¡Qué demonios! ¡¿A aquello lo llamaban música?! Por no hablar de todo el alcohol que la rodeaba. Para alguien como ella, que prefería la calma y el silencio, aquel era el peor infierno en el que podían encerrarla.
«¿A esto llaman los humanos diversión?»
Ayame chasqueó la lengua, como única respuesta a la pregunta de Kokuō.
Pero era ella la que parecía ser la única que lo estaba pasando tan mal. Amekoro Yui, frente a ellos, ya había vaciado unas tres copas y varias botellas. Y Daruu, bueno...
La pobre kunoichi, aferrada a su refresco de naranja con gesto sombrío y cara de pocos amigos, se arrebujó aún más en el sofá de cuero, como si quisiera fundirse con él.
—¡Entoncesh! ¡Contadme en qué condicionesh eshtaba Hanabi, que no me quedó claro! —preguntó por décima vez una ebria Arashikage, pese a que los chicos ya le habían ilustrado, con pelos y señales, aquella cuestión. Parecía que era lo único que le importaba de su encuentro con el General—. ¡Cuando le chalvashteish el culo!
«Qué vergüenza... Necesito salir de aquí...»