23/01/2020, 20:29
El renegado aguantó aquel chaparrón con un estoicismo admirable mientras una vena en el lateral de su pescuezo empezaba a inflamarse peligrosamente. Mientras Kyūtsuki hablaba, él le mantenía la mirada y callaba, como si realmente no tuviera nada más que decir. La verdad era que en su interior se estaba librando una cruenta batalla entre dos lobos, como apuntó un gran filósofo clásico. El problema aquí era que uno de ellos luchaba por mantener aquella fachada de calma y raciocinio, de fría lógica que le había llevado a morir, ser revivido, caer en las drogas y convertirse en uno de los prófugos más buscados de Uzushiogakure no Sato. Pero en su contra jugaba la paliza que se había pegado viajando, ida y vuelta, al País de la Tierra. El saber que su antiguo maestro había intentado asesinarle nada más verle y que en la Aldea todos le consideraban un asesino y un traidor. El tener que estar jugando al puto son de Shikage y de la Mujer de Mil Rostros como si fuese un pelele.
El otro lobo, directamente, quería arrancarle la cabeza a Kyūtsuki en ese mismo momento y tirarla por el acantilado para que se la comieran los peces.
Akame tomó un hondo suspiro.
—Lo voy a deletrear despacito para que me entiendas, Kyūtsuki. O juegas con mis reglas, aquí y ahora —hablaba calmado, átono, tranquilo—, o quien se va a encontrar con una sorpresa la próxima vez que vaya a dormir vas a ser tú, porque le cortaré la cabeza a Shikage y te la meteré debajo de las putas sábanas.
»Otra vez me tomas por imbécil. ¿Te crees que no sé que necesitas mi sangre para tu técnica de transformación?
Tomó otro hondo suspiro.
—Si quieres mi sangre, vas a tener que ofrecerme algo —concluyó, tratando de parecer conciliador—. O podemos matarnos a golpes aquí mismo y dejar a Sekiryū con uno o dos Cabezas menos. Tómalo o déjalo.
El otro lobo, directamente, quería arrancarle la cabeza a Kyūtsuki en ese mismo momento y tirarla por el acantilado para que se la comieran los peces.
Akame tomó un hondo suspiro.
—Lo voy a deletrear despacito para que me entiendas, Kyūtsuki. O juegas con mis reglas, aquí y ahora —hablaba calmado, átono, tranquilo—, o quien se va a encontrar con una sorpresa la próxima vez que vaya a dormir vas a ser tú, porque le cortaré la cabeza a Shikage y te la meteré debajo de las putas sábanas.
»Otra vez me tomas por imbécil. ¿Te crees que no sé que necesitas mi sangre para tu técnica de transformación?
Tomó otro hondo suspiro.
—Si quieres mi sangre, vas a tener que ofrecerme algo —concluyó, tratando de parecer conciliador—. O podemos matarnos a golpes aquí mismo y dejar a Sekiryū con uno o dos Cabezas menos. Tómalo o déjalo.