23/01/2020, 21:11
(Última modificación: 23/01/2020, 21:13 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
«Hija de...»
Tuvo que admitirlo: si en algún momento aquel intercambio pareció igualado, fue tan sólo porque Kyūtsuki así lo quiso. En cuanto la Mujer de Mil Rostros subió un poco las revoluciones de aquella carrera de amenazas veladas y tiras y aflojas, Akame se quedó completamente atrás. Como si le hubieran dado un pescozón —es lo que ella había hecho, aunque metafóricamente—, el Uchiha fue de repente consciente de la realidad. Parpadeó varias veces, confuso, ¿llevaba allí todo ese rato? Vaya, parecía como si alguien le hubiera suplantado, ¿no?
Es lo que le pasaba a las personas cuando hablaban con el estómago y no con la cabeza. El estómago era el contenedor de la rabia, no por nada cuando alguien se enfada es de donde siente brotar ese magma que es capaz de subirle hasta la garganta y hacerle cometer locuras. Como la que casi había hecho él en ese momento.
—Ehm... Humpf —frunció los labios, soltando un bufido que era más bien un escudo que una flecha. Luego se sacó un cigarro y se lo encendió con parsimonia; una clásica jugada suya cuando le pillaban a contrapié y quería ganar algo de tiempo para aclararse—. Está bien, está bien.
Fumó un par de caladas. Sintió ganas de sincerarse, de coger a aquella tipa y soltarle a la cara: no soy yo mismo ahora, estoy jodido, estoy muy cabreado. Pero no lo hizo, claro, sino que se limitó a recoger los pedacitos y recomponer su mejor máscara de frialdad como mejor pudo.
—Te tomo la palabra —agregó—. Y con lo de los ojos. Ni siquiera te voy a preguntar cómo lo sabes, acabemos con esto y ya.
Todavía de mala gana, se remangó la camisa en el brazo derecho y se lo ofreció a Kyūtsuki. ¿La estaba cagando tremendamente? Quizás.
Quizás.
Tuvo que admitirlo: si en algún momento aquel intercambio pareció igualado, fue tan sólo porque Kyūtsuki así lo quiso. En cuanto la Mujer de Mil Rostros subió un poco las revoluciones de aquella carrera de amenazas veladas y tiras y aflojas, Akame se quedó completamente atrás. Como si le hubieran dado un pescozón —es lo que ella había hecho, aunque metafóricamente—, el Uchiha fue de repente consciente de la realidad. Parpadeó varias veces, confuso, ¿llevaba allí todo ese rato? Vaya, parecía como si alguien le hubiera suplantado, ¿no?
Es lo que le pasaba a las personas cuando hablaban con el estómago y no con la cabeza. El estómago era el contenedor de la rabia, no por nada cuando alguien se enfada es de donde siente brotar ese magma que es capaz de subirle hasta la garganta y hacerle cometer locuras. Como la que casi había hecho él en ese momento.
—Ehm... Humpf —frunció los labios, soltando un bufido que era más bien un escudo que una flecha. Luego se sacó un cigarro y se lo encendió con parsimonia; una clásica jugada suya cuando le pillaban a contrapié y quería ganar algo de tiempo para aclararse—. Está bien, está bien.
Fumó un par de caladas. Sintió ganas de sincerarse, de coger a aquella tipa y soltarle a la cara: no soy yo mismo ahora, estoy jodido, estoy muy cabreado. Pero no lo hizo, claro, sino que se limitó a recoger los pedacitos y recomponer su mejor máscara de frialdad como mejor pudo.
—Te tomo la palabra —agregó—. Y con lo de los ojos. Ni siquiera te voy a preguntar cómo lo sabes, acabemos con esto y ya.
Todavía de mala gana, se remangó la camisa en el brazo derecho y se lo ofreció a Kyūtsuki. ¿La estaba cagando tremendamente? Quizás.
Quizás.