24/01/2020, 00:50
La vida era un cúmulo de decisiones. Buenas y malas. Yo apilaba un montón de ambas y era incapaz de contar cuantas había en cada montón. Ademas, esas decisiones tenían consecuencias que no siempre eran buenas.
Sin embargo, esas decisiones eran lo que me habían llevado a aquel punto de mi vida en el cual prefería estar en un barco a medio arreglar que en mi propia casa. Eso si, no me arrepentía de nada.
Lo que si había tenido tiempo de mejorar era el camarote más grande, donde estaba pasando el tiempo en ese momento.
Había puesto un par de sofás, uno justo en frente de la puerta y otro a la derecha y justo frente a ellos, una mesita de madera bajita, que ahora estaba repletas de mapas, libros y cartas de navegación que aún no entendía.
También, en la esquina que separaba ambos sofás, había un pequeño sofá sobre el cual había un pequeño altar para dejar las Katanas. Había sitio para tres, pero en ese momento solo Tsubame e Ichiko reposaban en ese lugar.
Lo último destacable, era un gran armario que se encontraba a la izquierda de la puerta. Allí solo había algo de ropa, aunque aún no había tenido que pasar la noche en el barco, como había sugerido Hanabi. Pero ganas no habían faltado alguno de los últimos días.
—¿Quien narices escribe estos manuales? Pero si estas palabras ni siquiera pueden leerse.
Lo mas gracioso del mundo, es que los manuales del barco siempre habían estado en el barco. Aunque por otro lado... Ni puta idea de interpretarlos aún. Por lo que tampoco hubiesen servido de mucho, a no ser que Katsudon o Yuuna supieran entenderlos.
Pero allí estaba yo. Sentado en el sofá con las piernas cruzadas, intentando entender aquél maldito libro. Aunque no solo eso. También estaba esperando a alguien.
Aquella misma mañana, y tras varios intentos fallidos de contactar con él, decidí dejarle una carta a Datsue en el buzón de su casa, que por suerte para mi, pillaba bastante cerca del barco.
La carta no decía mucho solo algo como:
Sin embargo, esas decisiones eran lo que me habían llevado a aquel punto de mi vida en el cual prefería estar en un barco a medio arreglar que en mi propia casa. Eso si, no me arrepentía de nada.
Lo que si había tenido tiempo de mejorar era el camarote más grande, donde estaba pasando el tiempo en ese momento.
Había puesto un par de sofás, uno justo en frente de la puerta y otro a la derecha y justo frente a ellos, una mesita de madera bajita, que ahora estaba repletas de mapas, libros y cartas de navegación que aún no entendía.
También, en la esquina que separaba ambos sofás, había un pequeño sofá sobre el cual había un pequeño altar para dejar las Katanas. Había sitio para tres, pero en ese momento solo Tsubame e Ichiko reposaban en ese lugar.
Lo último destacable, era un gran armario que se encontraba a la izquierda de la puerta. Allí solo había algo de ropa, aunque aún no había tenido que pasar la noche en el barco, como había sugerido Hanabi. Pero ganas no habían faltado alguno de los últimos días.
—¿Quien narices escribe estos manuales? Pero si estas palabras ni siquiera pueden leerse.
Lo mas gracioso del mundo, es que los manuales del barco siempre habían estado en el barco. Aunque por otro lado... Ni puta idea de interpretarlos aún. Por lo que tampoco hubiesen servido de mucho, a no ser que Katsudon o Yuuna supieran entenderlos.
Pero allí estaba yo. Sentado en el sofá con las piernas cruzadas, intentando entender aquél maldito libro. Aunque no solo eso. También estaba esperando a alguien.
Aquella misma mañana, y tras varios intentos fallidos de contactar con él, decidí dejarle una carta a Datsue en el buzón de su casa, que por suerte para mi, pillaba bastante cerca del barco.
La carta no decía mucho solo algo como:
"Tío, tenemos que hablar de algo gordo, pillate unas botellas de alcohol, por que creeme, te van a hacer falta. Estoy en el único barco del puerto que esta en reparaciones, nada difícil de encontrar"