25/01/2020, 19:51
El cánido previó su ataque y Búho apretó aún más los dientes la ver que fallaba por tercera vez. El esmalte rechinaba, sus ojos se enrojecían, las venas de su cuello y sienes empezaban a remarcarse. ¿Quién demonios era ese sujeto y su estúpido perro? Nadie jamás se le había opuesto de esa manera, ya fuese por el respeto y temor a su nombre o por su gran habilidad con trucos bajos y artilugios. ¡Él era uno de los cuatro de Ibaraki! y un sucio campesino lo estaba acorralando contra las cuerdas.
—¡AAAAAAAAAAAHHHH HIJO DE PUTA!— Maldijo a todo pulmón cuando los orines cayeron en su rostro. Se restregó los ojos del ardor, además de que el olor era simplemente insoportable.
Sin embargo, lo peor estaba por venir. Una patada a sus pantorrillas, el sonido de algo crujiendo. Más pronto que tarde el hueso femoral terminó por rajarse y partirse, haciéndolo caer al suelo.
¡AAAAAAAAAAAHHUUUUUUUUUUAAAAAAAAHHHHH!
El grito fue estruendoso, que por alguna razón Búho tenía buen pulmón. Tal y como el Inuzuka planeó, el bandido cayó al suelo y se llevó las manos a su extremidad. Lágrimas brotaban por su rostro, mientras se mordía el labio hasta sangrar con tal de intentar aplacar el dolor en vano.
Ahora, ¿qué?
Unos pasos llamarían su atención, alguien se acercaba corriendo. Si se daba la vuelta, notaría que Rao llegaba a la escena tras escuchar aquellos gritos escándalosos en la parte trasera de su casa.
—¿¡Q-qué diablos!?
—¡AAAAAAAAAAAHHHH HIJO DE PUTA!— Maldijo a todo pulmón cuando los orines cayeron en su rostro. Se restregó los ojos del ardor, además de que el olor era simplemente insoportable.
Sin embargo, lo peor estaba por venir. Una patada a sus pantorrillas, el sonido de algo crujiendo. Más pronto que tarde el hueso femoral terminó por rajarse y partirse, haciéndolo caer al suelo.
¡AAAAAAAAAAAHHUUUUUUUUUUAAAAAAAAHHHHH!
El grito fue estruendoso, que por alguna razón Búho tenía buen pulmón. Tal y como el Inuzuka planeó, el bandido cayó al suelo y se llevó las manos a su extremidad. Lágrimas brotaban por su rostro, mientras se mordía el labio hasta sangrar con tal de intentar aplacar el dolor en vano.
Ahora, ¿qué?
Unos pasos llamarían su atención, alguien se acercaba corriendo. Si se daba la vuelta, notaría que Rao llegaba a la escena tras escuchar aquellos gritos escándalosos en la parte trasera de su casa.
—¿¡Q-qué diablos!?